Javier Vázquez Delgado recomienda: MLE Los Defensores nº 1: Origen

Edición original: Doctor Strange 183, Sub-mariner 22, 34-35, The Incredible Hulk 126, Marvel feature 1-3, the Defenders 1-11 y The Avengers 115-118 (Marvel Comics, noviembre 1969 – septiembre 1973)
Edición nacional/España: MLE Los Defensores: Origen (Panini Comics,diciembre 2019)
Guion: Roy Thomas, Steve Englehart
Dibujo: Gene Colan, Marie Severin, Sal Buscema, Herb Trimpe, Ross Andru, Bob Brown
Entintado: Tom Palmer, Johnny Craig, Jim Mooney, Herb Trimpe, Bill Everett, Sal Buscema, Frank Giacoia, John Verpoorten, Frank McLaughlin, Frank Bolle, Mike Esposito
Color: Marie Severin, Petra Goldberg, Glynis Wein, Dave Hunt, George Roussos
Traducción: Gonzalo Quesada
Realización técnica:
Formato: Tomo en tapa dura. 504 páginas. 44,95 €

Regreso al no-grupo

«No somos un grupo. «

Prólogo: Un, dos, tres. Aquí estamos con usted otra vez

No es la primera vez que Panini se lanza a la aventura de reeditar el primer volumen de las andanzas del no-grupo más famoso de la casa de las ideas. Si la memoria no me falla, hace cosa de una década vieron la luz varios tomos, dentro del brilloso formato Marvel Gold en las que, nuevamente, hubo ocasión de echar una mirada a los orígenes del equipo que no quería ser tal y avanzar un poco en su historia. Si tenemos en cuenta que, anteriormente, Forum había hecho algo parecido con su serie antológica Selecciones Marvel, el resultado es que, durante los últimos veinte años la afición lectora ha podido acercarse de diversas formas al material de inicio, con la esperanza de una continuidad que, hasta el momento, ha sido, cuando menos, infructuosa. La elección de un formato como Marvel Limited Edition, tomada hace ahora tres años, parece dejar patente la consideración de los Defensores como un producto deseado por una inmensa minoría. Si se tiene en cuenta el hecho de que, por fin, se ha superado la marca dejada por la Triple Acción de Vértice, quizá se haya dado por fin con la fórmula adecuada. En todo caso, quedan todavía inéditos unos sesenta números, antes de enlazar con la edición que, hace treinta y cinco años, hizo Forum de Los Nuevos Defensores, a través de un complemento de Los Nuevos Vengadores que, por su calidad intrínseca y, quizá, de una forma un tanto injusta, recibió más palos que una estera.

El hecho de que las distintas intentonas de recuperar al no-grupo o, al menos, su marca, no se hayan saldado con éxitos hace pensar que, quizá, lo único que sustenta a esta no-franquicia de la casa de las ideas sea la nostalgia. Si esto es así, mucho me temo que no hay ni muchas posibilidades ni excesivo interés en ver una edición completa de esta primera colección defensiva, pero nunca se sabe. En todo caso, la afición cuenta con una nueva oportunidad para acercarse a la vida y milagros de una de las propuestas más entretenidas de la oferta marveliana de los años setenta y ochenta.

Bienvenidos a nuestro no-grupo destinado a salvar el mundo

La historia de este singular equipo comienza con una solución circunstancial. A finales de los sesenta, los tebeos de súper-héroes empezaban a mostrar signos de un cierto grado de cansancio. La expansión operada durante aquella década iba a dejar paso a otra en la que Marvel exploraría otros territorios y que daría lugar a un conjunto de colecciones y personajes de culto. Los Defensores acabarían siendo parte de ese elenco representativo de los años setenta y por las páginas de su serie pasarían nombres tan ilustres como los de Steve Gerber o Keith Giffen pero, de momento, la primera reunión vino dada por el hecho de que Roy Thomas quería terminar una historia que, iniciada en la colección del Doctor Extraño, se había quedado inconclusa por causa de la cancelación de ésta. El maestro de las artes místicas, que en aquellos días tenía un atuendo de corte más súper-heroico, se veía metido en una historia de cortes lovecraftianos, no muy distinta de aquéllas que ilustraron los primeros pasos de Hellboy, un cuarto de siglo después. Deidades ultraterrenas, cultistas, un ambiente opresivo y una conclusión que se vería en las series dedicadas al Hombre Submarino y al Increíble Hulk. Thomas aprovecharía su presencia en ellas para dar un final a la aventura y, con ello, sentaría las bases fundacionales del equipo: una alianza circunstancial de anti-héroes que, en principio (y en final) están más cómodos actuando en solitario. Namor y la Masa son vistos como enemigos de la humanidad y suelen actuar en consecuencia, en tanto que Stephen Extraño, por su condición de hechicero, se mueve, a ojos del público, entre el desconocimiento y la desconfianza. El experimento funcionó y el guionista se encargaría de repetir la jugada, intentando atraer a la alineación a otro ilustre paria de la editorial: Estela Plateada.

El siguiente encuentro sería una entente igualmente circunstancial, en la que Namor y Hulk hacían trío (con perdón) con el surfista estelar que, en aquellos días (y hasta bien entrados los ochenta) estaba confinado por decreto de Galactus en los límites de la Tierra. En esta ocasión, la amenaza era mucho más mundana: un desarrollo armamentístico en el incomparable marco de una república bananera «made-in-Marvel» en la que los tres protagonistas deben intentar neutralizar el peligro, mientras están a punto de acabar a galletas entre ellos. De nuevo el experimento resultó bien, aunque hay que decir que, al contrario que su predecesora, la historia ha envejecido bastante mal. El caso es que, por aquellos tiempos, Estela Plateada era patrimonio de Stan Lee, que no veía con buenos ojos que otros autores trabajaran con uno de sus niños bonitos, de modo que, durante la siguiente aparición del no-grupo, Norrin Radd no aparecería. Habría que esperar a que el Hombre se alejara aún más del terreno creativo para que se levantara el veto implícito sobre el antiguo heraldo.

La siguiente aventura se desarrolla en el marco de una serie antológica, Marvel Feature, cuyos tres primeros números. Thomas recupera al trío original, después de volver a dejar disponible a un Doctor Extraño que había colgado los bártulos mágicos. Aquí aparece ya el nombre de Defensores y se consolida la premisa de encuentros circunstanciales en las que el recuperado mago actúa como convocante y, más que como líder, como conciliador. Namor es un príncipe atlante, bien conocido por sus arrebatos de cólera y Hulk no se caracteriza precisamente por su buen humor. La estabilidad de equipos como los Vengadores, la Patrulla-X o los Cuatro Fantásticos, donde hay una relación subyacente de diversa intensidad, es desconocida. En esta entrega, las amenazas son del nivel suficiente como para justificar la reunión y se inclinan por el lado místico. El tecno-hechicero Yandroth y su máquina del juicio final, así como el perverso Dormammu -oponente recurrente del Doctor Extraño- serán los enemigos a batir, en tanto que el tercero será un guiñó a la Masa, al tratarse de Xemnu, el Titán Viviente. Esta suerte de Copito de Nieve extraterrestre, apareció por primera vez como «Xemnu the Hulk» en las páginas de Journey into Mistery, de la mano, cómo no, de Stan Lee y Jack Kirby. De esta forma, el antiguo Hulk se enfrentaba al nuevo y más popular, en una historia que combina la ciencia-ficción de corte pedestre y el cuento del flautista de Hamelín. Una aventura un tanto tonta que, no obstante, vino a culminar un experimento que se había saldado con éxito. Los Defensores tendrían su propia cabecera, pero no sería Roy Thomas el encargado de escribirla.

Por favor, no se olvide de su buen humor

A principios de los setenta, Roy Thomas, que había ido sustituyendo a Stan Lee en las labores literarias, pasaría a hacer lo propio con las labores editoriales. Ello se traducirá en una reducción del tiempo disponible para las funciones de guionista y la consecuente necesidad de delegar ciertos proyectos en otros escritores. El elegido para la nueva colección sería quien también había tomado el relevo del señor Thomas en la serie de los Vengadores, Steve Englehart. Si hay que hacer caso a este último que, en esos momentos, aún era un autor novato cuya virtud era la de entregar a tiempo, en un negocio donde el espectáculo siempre debía continuar. Una de las virtudes de estas recopilaciones es el relato que los implicados hacen de sus recuerdos de aquellos, los cuales son revisados y revisitados conforme a la perspectiva que dan los años transcurridos. Una buena oportunidad para conocer qué se cocinaba en las bambalinas de la casa de las ideas, que realza el valor de estos tomos, pero no nos desviemos del camino.

Englehart haría equipo en la colección defensora con Sal Buscema, un currante de los lápices y los pinceles que no necesita presentación y que, una vez más, daría lo mejor de su talento en este encargo, uniendo su nombre al de la historia del no-grupo. En los primeros números, irá tomando el pulso, retomando algunas amenazas -como el Omegatrón de Yandroth- y añadiendo piezas, algunas de ellas, definitorias de la propia colección. Consciente de que la presencia de Estela Plateada está supeditada al gusto de maese Lee, tomará una creación de Roy Thomas y John Buscema para traer a la serie a la que será uno de sus personajes más importantes: la Valquiria.

La doncella guerrera, que viera la luz en las páginas de la serie de los Vengadores como parte de un engaño de la Encantadora, hace, en palabras de Englehart, el papel que el Capitán América tuvo en la colección dedicada a los héroes más poderosos de la Tierra marveliana. No es casualidad que una y otro hicieran su primera aparición en su encarnación actual en los cuartos números de las respectivas colecciones grupales. Así como el Capi es un vengador a tiempo completo, merced a su condición de hombre desplazado en el tiempo, Val se convertirá en la primera defensora permanente, mientras intenta conocer mejor un mundo al que ha llegado como adulta y sin pasado. La verdadera identidad y el destino del personaje serán dos de los argumentos secundarios más importantes de la colección, pero no adelantemos acontecimientos. Para lo que aquí interesa, baste decir que la Valquiria se incorpora justo a tiempo para la primera gran aventura de la serie: el enfrentamiento con los Vengadores.

La historia que trae consigo la llegada de Val, se lleva a cabo en el marco de otra de esas aventuras tontorronas cuya importancia radica en sus consecuencias. En el transcurso del relato, Dane Withman, el Caballero Negro, es transformado en piedra, asumiendo los Defensores la tarea de intentar revertir una maldición producida por la Encantadora. Mientras tanto, un restaurado Dormammu y un ciego Loki firman una alianza con la fiabilidad que puede esperarse de semejantes compañeros de viaje. El primero busca conquistar la Tierra, sin violar la palabra dada de no invadirla; el segundo quiere ver restaurada su visión, para poder seguir haciendo de las suyas. En juego de dobleces y traiciones, moverán a Defensores y Vengadores para enfrentarse, mientras buscan las piezas que componen el Ojo del Mal. Desde la perspectiva actual, los trucos empleados para enfrentar a los dos grupos pueden resultar un poco simples, pero son disculpables, porque se convierten en el punto de partida para una serie de encuentros épicos, algunos de los cuales han sido homenajeados y repetidos hasta la saciedad. En cierto sentido, esta batalla se convirtió en el arquetipo de este tipo de encuentros grupales que se inicia con una pelea por confusión y terminan con una férrea alianza contra una amenaza descomunal. Cuando Kurt Busiek y George Pérez afrontaron la tarea de narrar el esperado encuentro entre los Vengadores y la Liga de la Justicia de América, tomaron este ejemplo que, cincuenta años después, sigue siendo uno de los referentes del género.

Epílogo: convierta en un juguete su imaginación

El tomo, que recopila los prolegómenos de la serie, así como sus once primeros números, constituye una ocasión ideal para acercarse a una colección icónica de la Marvel de los setenta, para conocer algo mejor cómo funcionaba la casa de las ideas en esos años y para disfrutar del arte un buen puñado de nombres propios de la profesión: a los bien conocidos Roy Thomas, Steve Englehart y Sal Buscema hay que unir a Ross Andru, Gene Colan, Herb Trimpe, Marie Severin o Bob Brown (que firmaría uno de sus más recordados trabajos aquí, casi al final de su carrera). En la parte de las tintas no se puede dejar pasar la ocasión para mencionar a Tom Palmer, Bill Everett, Jim Mooney o Frank Giacoia y, en la del coloreado, profesionales de la talla de Petra Goldberg, George Roussos o Glynis Wein (hoy, Glynis Oliver). La variedad de nombres se explica por el hecho de que tengamos entre manos material proveniente de diversas colecciones y, solamente cuando llegamos a Marvel Feature o The Defenders se alcanza cierta estabilidad, pero, como se ha dicho más arriba, la oportunidad de encontrarse con profesionales tan ilustres de esos años compensa los vaivenes gráficos, que no son pocos.

En resumidas cuentas, tenemos entre manos la oportunidad de descubrir o de volver a encontrarnos con el no-grupo por antonomasia de Marvel. Veamos hasta dónde puede llegar.

Los Dinámicos Defensores
Ilustración de Sal Buscema

Lo mejor

• Que tenemos una nueva oportunidad para descubrir este clásico.
• Que reúne a célebres profesionales del gremio.
• Que recoge una aventura memorable, como es el duelo entre Defensores y Vengadores.

Lo peor

• Que se trata de un material con muchos altibajos.
• Que algunas historias no han envejecido del todo bien.
• Que el precio no es para todos los bolsillos.



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