Javier Vázquez Delgado recomienda: El hombre sin talento, de TSUGE Yoshiharu
Edición original: Muno no Hito (Nihon Bungeisha, 1985)
Edición nacional/España: El hombre sin talento (Gallo Nero Ediciones, 2015)
Guion: TSUGE Yoshiharu
Dibujo: TSUGE Yoshiharu
Traducción: Yoko Ogihara y Fernando Cordobés
Formato: Rústica con solapas. 232 páginas
Precio: 20,00€
Una profunda reflexión sobre la vida
«En el mundo del manga no se aprecia el arte, se considera algo superfluo»
En la actualidad nos encontramos inmersos en un debate sobre las condiciones laborales de los autores de cómic, una justa reivindicación de sus derechos a tener una vida digna, a desterrar la precariedad que caracteriza al sector y recibir un mayor porcentaje por la venta de sus trabajos. No es, por desgracia, una nueva realidad, ya que a lo largo de la historia ha habido grandes escritores, pintores, dibujantes o músicos que no tuvieron en vida el reconocimiento que merecían. Este fue el caso del autor de la obra aquí reseñada, TSUGE Yoshiharu, una figura esencial en el desarrollo del manga como medio artístico, un autor que creía en las posibilidades del lenguaje gráfico y experimentó con él para narrar historias, pero también para narrar su propia historia.
Tsuge estuvo presente durante los diferentes estadios de la evolución del manga, participando activamente en la mayoría de ellos y experimentando diferentes roles, lo que le aportó una perspectiva holística del cómic japonés. Nacido en 1937 en el seno de una familia muy humilde, conoció el manga concebido como medio de adoctrinamiento por parte del gobierno imperial y sufrió las penurias de la guerra, acentuadas por su naturaleza enfermiza, el fallecimiento de su padre y la necesidad de trabajar desde una edad muy temprana. Finalizado el conflicto, tuvo amargas experiencias laborales y, seducido por las posibilidades del nuevo manga, concebido como medio de entretenimiento de masas, y la idea de poder trabajar en soledad, decidió convertirse en dibujante profesional, consiguiendo su primera publicación en el año 1954.
Trabajó como ayudante del dibujante OKADA Akira y fue uno de los autores habituales del circuito de las kashihon’ya, las librerías de préstamo que afloraron durante de la década de los 50 (escenario de partida de Los locos del gekiga), pero el ocaso redujo drásticamente el número de encargos que recibía, lo que unido a una inestable vida personal lo llevó a intentar suicidarse. NAGAI Katsuichi, fundador de Garo, lo rescató del ostracismo y lo convenció para publicar en esta emblemática publicación, aunque sus obras llegaron con cuentagotas a causa de la depresión que sufría, convirtiéndose en partícipe del impacto del movimiento gekiga. La inestabilidad que caracterizó su vida personal y su estado de salud también tuvo reflejo en el plano profesional, menospreciando la calidad de sus propios trabajos y su carrera como mangaka, lo cual lo empujó a ejercer de nuevo como asistente (en esta ocasión, de MIZUKI Shigeru), desempeñar otras ocupaciones, como vendedor de cámaras de segunda mano. A pesar de obtener reconocimientos de la industria del manga y a que se realizase una adaptación al cine de esta obra, nunca se consideró a sí mismo como un autor destacado, y tras el fallecimiento de su madre y su mujer, se retiró de la vida pública.
Uno de los hitos del mercado del manga en nuestro país durante la última década ha sido la publicación de la obra de Tsuge por parte de Gallo Nero Ediciones, que abrió fuego con este título, al que posteriormente siguieron La mujer de al lado, Nejishiki y Flores rojas. El protagonista de El hombre sin talento es un alter ego del propio autor, un personaje golpeado y marcado profundamente por el fracaso, que a su manera lucha por sobrevivir desde el inconformismo, negándose a ser un impersonal engranaje de una sociedad que evoluciona a ritmo vertiginoso, despojando de identidad a sus miembros y relegando a quienes se rebelan contra ella a la periferia, allí donde no pueden percibir atención ni espolear a sus semejantes para que se unan a ellos.
Sukezo Sukegawa es un dibujante de manga que nunca ha conseguido triunfar con rotundidad y que, hastiado de una vida gris y una eterna búsqueda del arte, al comienzo de la historia ejerce como vendedor de piedras. En teoría, Sukegawa debía ir a los cursos de grandes ríos para obtener piezas bellamente esculpidas por las caprichosas fuerzas naturales, pero la realidad es que solo obtiene piedras comunes de un río cercano, no tiene clientes ni ambición para llevar a cabo su planteamiento inicial. La inestabilidad que caracteriza a su vida profesional tiene reflejo en su vida personal, incapaz de mantener a su mujer y a su hijo, quienes malviven y acompañan en sus desventuras profesionales a pesar de todas las dificultades, los reproches y el descreimiento propiciado por los fracasos. En este sentido, Tsuge vuelca la densa relación que él mismo tenía con su esposa, quien creía en sus capacidades como artista, pero ostentaba un lugar privilegiado como espectadora del derrumbamiento periódico de sus logros y el descrédito autoimpuesto por el autor.
El dibujo de Tsuge se aleja de los detallados diseños de otros mangakas y aunque pueda parecer demasiado simple en un primer vistazo, a medida que avanza la lectura de la historia vehicula la reflexión sobre la vida que propone el autor, sumergiéndonos en una lenta pero progresiva puesta de manifiesto de las concepciones que atribulan al protagonista, de su lucha contra una industria que lo abotarga y que al mismo tiempo nubla su juicio, llevándolo a dudar y renegar de su propio arte. Ejerciendo de educador, Tsuge plantea cuestiones, pone sobre la mesa interrogantes y dificultades que lo acuciaron a lo largo de su vida, vuelca su alma sobre su obra, pero no da respuestas a las mismas, sino que mueve a los lectores a la reflexión y el desarrollo del pensamiento propio, sin imponer su voz.
Cada capítulo ahonda en la soledad a la que deben hacer frente Sukegawa y su familia, en el viaje a la deriva en el que se encuentran inmersos y en la idea de una vida al margen de los cánones sociales. Con una manifiesta resistencia a dar rienda suelta a su talento como dibujante y brillar en el escenario del manga profesional, asistimos a otros intentos de supervivencia, como el negocio de cámaras usadas que nunca dio beneficios, y conocemos a otros parias del mundo del coleccionismo de piedras, la crianza y venta de pájaros o la venta de libros de segunda mano.
Si se han leído ambas, es imposible no establecer una conexión entre el planteamiento de Tsuge en esta obra y el de su hermano Tadao en la monumental Mi vida en barco, ya que ambas plantean un viaje introspectivo a partir de las experiencias vitales de ambos autores, quienes anhelan una esquiva felicidad, que adopta múltiples formas en función de cada persona, poniendo en entredicho las convicciones sociales, despertando un sentimiento de incomodidad y propiciando una profunda reflexión por parte de los lectores.
Gallo Nero Ediciones publicó este título en 2015, contando con diversas reimpresiones y siendo uno de los primeros componentes de su sello Gallographics, en el que desde entonces han venido publicando a mangakas procedentes de la mítica revista Garo, como los propios hermanos Tsuge, ABE Shin’ichi, SUZUKI Ôji, HAYASHI Seiichi o KATSUMATA Susumu. Se trata de un único volumen de 232 páginas, en formato A5 (15×21 cm), con encuadernación rústica con solapas y sin sobrecubiertas a un precio de 20,00 euros. A modo de apéndices, el libro incluye una biografía del autor que complementa y enriquece la narración de los distintos relatos, un listado con sus principales producciones artísticas, la revista y la fecha de publicación de cada uno de los capítulos de este manga, y un epílogo firmado por Álvaro Pons, divulgador de cómic que durante muchos años ha destacado el valor de esta obra imperecedera.
Lo mejor
• El íntimo ejercicio de introspección realizado por el autor.
• La constante reflexión a la que induce durante la lectura y la intensidad de emociones que produce.
• La edición de Gallo Nero, a tamaño A5 y con contenidos extra que aportan el empaque que esta obra merece.
Lo peor
• Que una obra de semejante relevancia no supere la etiqueta ‘de culto’ y sea reconocida por el grueso de lectores de manga.
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