Javier Vázquez Delgado recomienda: Paquidermo de Frederik Peeters
Edición original: Pachyderme (Gallimard Jeunesse, 2009)
Edición nacional/España: Paquidermo (Astiberri, 2009)
Guion: Frederik Peeters
Dibujo: Frederik Peeters
Traducción: Ana Sánchez Rodríguez
Formato: Cartoné. 86 páginas. 19€
Verdad o realidad
«¡Quizá sea yo!»
¿Qué es realidad y qué ficción? ¿Es acaso una historia que recordamos más real que un sueño que nos hace levantarnos cada día, más real que una novela que ha movido los corazones de miles de personas a una velocidad mayor que muchas de sus vivencias? No estoy aquí para responder, como tampoco Peeters. Las preguntas son ampliamente conocidas, pero no por ello menos intrigantes, menos atractivas. En Paquidermo Peeters trata la realidad desde diferentes ángulos, sin detenerse a concretar, sin ofrecer un retrato del lienzo, sino más bien sobrevolándolo, y haciendo disfrutar de las vistas.
Frederik Peeters nació en Ginebra, en 1974. En el año 1997 ganaría el Premio Nuevos Talentos del Festival de Sierre por sus primeras historietas cortas. A partir de ese momento, colaboraría con diferentes revistas (Bile Noire, Lapin, Le Drozophile, Spirou). Pero no sería hasta 2001 que Peeters sacaría a la luz una de sus obras más representativas y valientes, Pildoras azules (Astiberri). En ella vemos un personaje que intenta lidiar con la relación que contrae con una mujer portadora del VIH. Una historia autobiográfica llena de humor negro y mucha realidad.
En 2003 empezaría varios proyectos como la parte ilustrada de la serie Koma junto a Pierre Wazem editado en Les Humanoïdes Associés. Pero también comenzaría la que hasta ahora ha sido su serie más alabada, Lupus (Astiberri). Esta obra le hizo merecedor en su cuarta y última entrega en 2007 con el premio Imprescindibles de Angoulême, al que fue nominado con los tres números anteriores de la misma serie. Dos años después, de mano de la editorial de Gallimard, traería uno de sus trabajos gráficos más importantes desde Lupus, y no es otro que Paquidermo, que hoy os traemos a nuestra casa.
En busca de la realidad
En esta obra se nos cuenta la historia de Carice Sorrel, una mujer que llega a un hospital en busca de su marido. Pero en esta historia nada es lo que aparenta ser, todo parece pertenecer a un mundo que se desliga de la realidad, en un mundo entre el sueño y la vigilia, en el que la protagonista comienza a dudar de su propia percepción de la realidad y del que intentará huir.
Estamos ante un trabajo complejo, lleno de matices y aristas, en el que Peeters, se enfrenta a la historia al más puro estilo David lynch, con esas escenas inquietantes pero no gratuitas, cuyos significados se esconden detrás de la misma escena, y que poco tienen que ver con Carice, y sí con el lector. Casi como el Tardi ensoñado de La verdadera historia del soldado desconocido, Frederik nos ofrece un relato que incide en el poder visual del medio para representar el mundo interior de una persona mientras lo disimula con pinceladas de realidad, haciendo que entendamos que todo ello pertenece a al mundo real del personaje, pues nuestros sueños y anhelos también pertenecen a lo que llamamos realidad; y en parte es lo que la sustenta.
Algo muy curioso del ejercicio narrativo de Peeters es que ofrece puntos de vista ajenos a los de Carice, dejando al espectador dentro de lo que parece una ensoñación de la mujer, pero que a su vez, por habernos introducido un punto de vista ajeno al de ella, nos crea una disonancia narrativa. Porque esos personajes, que tienen vida propia dentro de la historia, que funcionan al margen de nuestra protagonista, ¿son acaso productos de Carice o seres independientes de su ensoñación? ¿Qué es verdad y qué ilusión, o acaso en ese intentar separarlos como elementos desligados es donde se encierra la verdadera cuestión? Simplemente Peeters.
Entrando en la misma historia, vivimos junto a Carice su entrada al hospital tras lo que parece un accidente de coche con un elefante involucrado. En el centro médico buscará a su marido, pero para encontrarlo pasará por toda clase de situaciones, desde espías y agentes dobles, un antiguo amor imposible, hasta un cadáver que se parece mucho a ella o unos bebés que podrían haber salido de un relato de Lovecraft por decir algunas. Todo ello conforma una historia que tiene un cierre cuanto menos cuestionable peor que sin duda no dejará indiferente a nadie que se acerque para descubrirlo.
En el apartado visual, como es costumbre con este autor, estamos ante un titan ya asentado, que sabe cómo moverse por la página y que hace de su experiencia una herramienta notable. Se nota una búsqueda en el trazo, al igual que hizo con Lupus, de mezclar la realidad y la ficción en un todo. Las expresiones tan medidas y elocuentes, las paradas en seco de la narración en un momento específico acompañado por la disposición de viñetas, el juego con los bocadillos vacíos, los objetos colocados de forma específica y los fondos llenos de unos detalles en apariencia nimios pero que al desaparecer se hacen notar su presencia o su ausencia, dando a entender que en efecto son un elemento que cuenta tanto como lo que está en primer término. Un todo visual acompañado por un color que acentúa más si cabe la extraña relación entre lo real y lo imaginario pero sin hacerlo evidente. Sin duda un dibujo soberbio a la altura del mejor Peeters que podíamos encontrar en Lupus.
En conclusión, estamos ante una obra que se lee con relativa rapidez, pero que en su fondo podremos encontrar un sinfín de interpretaciones y dobles lecturas, donde el lector es necesariamente participe de la obra y que en gran medida, forma parte de ella como verdadero juez de lo que sucede.
Lo mejor
• La relación entre lo real y lo ficticio haciéndolos un todo con la historia.
• Los puntos de vista alejados de la protagonista para incidir en la relación con la realidad dentro del relato.
• Las expresiones, en concreto la mirada del elefante, es altamente inquietante.
Lo peor
• Un final del que esperaba más, quizás por la expectativa originada durante el relato.
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