Javier Vázquez Delgado recomienda: Samurai 8 1-5, de KISHIMOTO Masashi y ÔKUBO Akira
Edición original: Samurai 8 Hachimaruden (サムライ 8 八丸伝) (Shueisha, 2019)
Edición nacional/España: Samurai 8 – La leyenda de Hachimaru (Planeta Cómic, 2019)
Guion: KISHIMOTO Masashi
Dibujo: ÔKUBO Akira
Traducción: Carlos Mingo e Irene Telleira
Género: Acción Juvenil
Formato: Rústica. 202 páginas. 2,95/7,95€
Sci-murai Fiction: Naves espaciales, katanas de almas y robots de combate perrunos.
«¡Ver dónde radica el honor, y escoger otro camino, solo denota falta de coraje!»
Muchas cosas curiosas han sucedido con estos tomos en particular. Para empezar que era la primera serie en la que se aventuraba el autor fuera del universo de Naruto, 3 años después de que se iniciara la serialización de Boruto, donde Kishimoto se encontraba solo como supervisor. Para ilustrar el guion de esta aventura contaría con la ayuda de uno de sus antiguos asistentes, ÔKUBO Akira, de ahí que podamos ver trazas del estilo de Kishimoto con todo el talento y dedicación fresco que trae este dibujante.
También que Shueisha llegó a un trato con la editorial española de Planeta para realizar la publicación simultánea del primer tomo recopilatorio, el cual nos llegó a mitad de precio (y con un pequeño fallo de enmarcado en la sobrecubierta, ejem). El recibimiento en España fue bueno, y ojalá poder decir lo mismo para Japón, donde publicación tras publicación en la Jump los capítulos del samurai con gafas quedaban relegados a los últimos puestos de popularidad.
Volvemos a tener por protagonista a un niño marcado por el destino, Hachimaru. En esta ocasión su condena es vivir atado a una máquina gigantesca de soporte vital creada por su padre, mientras anhela el vivir aventuras y probar comidas que no le vengan en forma de suero. Pasa sus días escalando en el ranking de un juego de realidad virtual, hasta que la desgracia peta en su puerta. En una batalla donde toman como rehén a su padre, Hachimaru decide sacrificar su vida para intentar salvarlo, iniciando un ritual que creía imposible para volverse un samurai cuasi inmortal. Junto con esta transformación y el resplandeciente arrojo del niño, se une a la aventura su nuevo mentor, Daruma, un samurai de la más alta clase que ahora se ve encerrado en el cuerpo de un gatete grandete y que acompañará a Hachimaru en su entrenamiento e inevitable destino.
Cambiando los ninjas armados con kunais y poderosas técnicas con chakra por samurais con alta tecnología y el poder de su “honor”, el universo que Kishimoto crea en esta ocasión es literalmente un universo. Con viajes entre planetas y una trama cósmica donde obtener el poder de Dioses creadores de la galaxia al completo. En esta ocasión Hachimaru también es el niño de la profecía como Naruto. Una suerte de llave que podrá acceder a los poderes sellados del Dios de la Guerra y creador del universo. Pero evidentemente es un poder muy tentador, al cual quiere acceder el antiguo discípulo de su maestro.
Al poco de iniciar la aventura se nos presenta la que será la princesa de Hachimaru, An. Las princesas son unas sacerdotisas que pueden canalizar las fuerzas y entrar en sinergia con los samurais para aumentar así su fuerza de combate; siempre que entre ellos exista un nexo orgánico y sincero más allá del propio destino que los unió. Entre ellos se genera una historia de comprensión mutua que no llega a desarrollarse plenamente, debido en gran parte a la corta duración de la serie. Es en sus últimos capítulos donde vemos mayor dedicación a la historia de ambos personajes pero dejando siempre el tintero lleno de partes de la historia.
La serie utiliza la paradoja del gato de Schrödinger de forma muy sutil en los primeros tomos (y que ya en los últimos nos lo lanza a la cara sin miramientos), haciendo referencia a la dicotomía constante y universal (bien-mal, blanco-negro, vivo-muerto) donde todo necesita de una observación para dictaminar su estado, siendo el protagonista y su antagonista los dos prismas por los que asomar la mirada. El “honor” con el que cuenta cada samurai es su resolución y su voluntad, semejante en esencia al código bushidô, y significando la muerte del samurai al perderse este.
Estos dos recursos son solo un par de ejemplos de lo que la historia quiere introducir para llenar la trama, junto con arcos de battle royale o de entrenamientos en el interior de una IA al estilo Matrix. Unas historias que llegan a ser entretenidas durante su lectura pero que se sienten como relleno al concluir la historia tan abruptamente. Entiendo que el sentido del guion era otro y la previsión era de durar más, pero la progresión y escalado del protagonista se siente muy irregular a lo largo de estas etapas, haciéndole un flaco favor a sentir interés y conectar con él y los demás personajes. Eso sí, la originalidad en cuanto a la escenografía, diseño de personajes y sus prendas, armas, combates y el mundo y temática en general es una auténtica maravilla, mezclando lo que parece antigua cerámica asiática con tecnología ultrafuturista en unas escenas de escultura.
La historia estaba preparada para durar al menos 10 tomos, y en palabras de Kishimoto que sería posible extenderlo un poco más de ser necesario (que si hay que meter relleno se mete, ¿verdad Kishimoto?), pero la escasa popularidad que cosechó en la Jump minó la serie desde su tierna infancia. Quizás por la sombra de otras series como Dr. Stone, Kimetsu no Yaiba, Chainsaw Man, My Hero Academia, entre otros colosos aun actualmente, Samurai 8 se situaba en lo más bajo del ranking de popularidad de las series de la revista.
A saber si la serie cayó en desgracia por las expectativas del fandom de Naruto, por el corte a su serialización y el abrupto final, si porque la trama no era el soplo de aire fresco que se esperaba a un nuevo shonen de este milenio o si su salida se vio ensombrecida por las series del momento… a saber.
Tengo que decir que me apena terriblemente que un manga como este no haya llegado a buen puerto, que con un apartado artístico de semejante nivel y con un maestro del shonen como Kishimoto haya quedado como una anécdota en el mundo del manga (joer, ¡que hasta el 8 es mi número favorito!). El material para una obra maestra estaba presente, y ver semejante despliegue quedarse a medio camino es triste. Algo que aprender para el futuro y un deseo sincero de que tanto Ôkubo como Kishimoto vuelvan a escena dando un puñetazo firme sobre la mesa de los editores.
Lo mejor
• Un dibujo único con una capacidad inventiva desbordante.
• Una mezcla exquisita de temática samurai y ciencia ficción.
Lo peor
• El desarrollo de la trama a trompicones y un final muy abrupto.
• Personajes de corte shonen sin ningún tipo de encanto.
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