Javier Vázquez Delgado recomienda: El Kupperverso

Os preguntaréis ¿Qué es eso del «Kupperverso»? A mitad de los 80, un autor de la casa, polivalente, de perfil bajo, pero con alguna buena idea en la cartuchera, trató de crear toda una estructura gubernamental en el Universo DC. Amante de los personajes sin poderes y de los antihéroes, Paul Kupperberg demostró que podía hacer algo diferente y sorprendió a propios y extraños, aunque nunca le acompañó el éxito. Vamos a ver cómo surgió, mutó y tristemente desapareció “La Agencia” (Jaque Mate).

Kupperberg, un escritor y su época

Paul Kupperberg (Nueva York, 1955) es un escritor, editor y guionista de cómics con mucha solera cuya carrera ha estado principalmente ligada a DC comics. Ya demostró su amor al encargarse de revistas clave como The Comic Reader. Pero desde su debut en DC en el 77 no paró, literalmente, pues se le atribuyen los guiones de más de 1000 grapas.

Kupperverso
Kupperberg por Tuska

Al principio hizo un poco de todo en la editorial (Action, Adventure y Detective Comics, Flash, House of Mistery, Men of War, The Superman Family, Wonder Woman, Superboy and the Legion of Superheroes…), época en la que puso patas arriba el mundo del rey de Atlantis y relanzó la cabecera de Showcase con su revival de la Patrulla Condenada. Finalmente se estabiliza en las cabeceras del hombre de acero (aparte de las mentadas, sumemos Superman, World’s Finest Comics, Supergirl…), y hasta se ocupó del mismo en la primera miniserie de la historia del cómic de superhéroes (lo hablamos aquí).

Pero los 80 llegaron con fuerza, la década más excesiva para los Estados Unidos viene con músculos hasta reventar, paladas de lo políticamente incorrecto y empacho de patriotismo mal entendido. Y resulta que un autor aparentemente anodino y absolutamente fanático de la continuidad quiere hacer algo diferente y rompedor. Empieza a afianzarse creando sus propios personajes, entre ellos destaca Arion, Lord of Atlantis, junto con Jan Duursema. Además, relanzará Power Girl en el nuevo Universo DC y con el tiempo terminará de apuntalar a su versión de la Patrulla Condenada. Pero harto de mallas, poderes y magia, se empeña en guionizar algo distinto, obsesionándose con el realismo.

Una vez metes superhéroes el realismo salta por la ventana. No importa lo fuerte que lo intentes -sé que todo el mundo piensa “nuestros héroes reflejan el mundo real”. Pero NO. NO PUEDEN. No estás constreñido por el realismo. Una muerte no tiene ningún impacto emocional porque sabes que volverán el mes siguiente. Si alguien está entre la espada y la pared, sabes que se sacarán el nulificador supremo de debajo de la manga y mandarán a Galactus al carajo (…) Así que da igual lo bueno que se ponga, estás cercado por la falta de realidad. Tienes que ir allí. Una vez metes a los superhéroes, tan pronto como alguien puede volar, estás jodido. Entonces cualquier cosa vale.

Su oportunidad llegaría de la mano de Marv Wolfman, que sobrepasado por una nueva miniserie que iba a reestructurar el UDC de la cabeza a los pies, cede los mandos de Vigilante. Tras un episodio de prueba y otro en dos partes del genial Alan Moore, Kupperberg se queda con el fiscal vengativo sin más poderes (salvo una extraordinaria capacidad de curación) que su obsesión.

Vigilante, una apuesta desgarradora

Lo cierto es que, el personaje al que Wolfman había dado tanto mimo en su origen y George Pérez regaló un impresionante diseño, comenzaba a parecerse a cualquier héroe al uso. Se esconde en una base secreta (aunque sea una caravana tuneada) con super-moto a juego, tiene un par de simpáticamente quisquillosos ayudantes, salen enemigos muy fantasiosos, resulta que sí que tenía un origen sobrenatural, se reconcilia con sus amigos abogados Adam Welles y Marcia King e incluso se enamora de esta última. Para colmo, el estilo limpio tanto del elegante Keith Polard como el detallista Pablo Marcos tampoco casaban con la cada vez más difusa oscuridad del personaje.

Vigilante por Smith

El volantazo lo pega el propio Wolfman en el 10 (o al final del 9, donde se produce el asesinato de uno de los secundarios), a partir del cual los enemigos se van volviendo mucho más reales y oscuros. Aunque el Vigilante sigue fiel a la máxima de no matarás e incluso se va planteando dejar las mallas. Pero en el 16 se da la oportunidad a nuestro guionista, que ya demuestra una contundencia mucho mayor que la del creador (y de rebote se encarga del primer especial de la colección). La violencia sigue con el díptico de Moore. Y en el 19 comienza definitivamente el run de Kupperberg con el personaje (nada menos que con Dennys Cowan al dibujo, ¡yum!) y con la retirada de Adrian como enmascarado.

El 20, con invitado de lujo (primera aparición en solitario de Nightwing fuera de Teen Titans), es ya toda una declaración de intenciones con un nuevo Vigilante entrando a la brava y asesinando sin escrúpulos. Y con un expresivo y violento Tod Smith a los lápices, que junto con Rick Magyar al entintado forman el equipo definitorio del personaje. Aunque Wolfman aparece como argumentista de éste y el anterior, ya su sombra se pierde totalmente en el 21 (en el que tenemos tie-in con Crisis e incongruencias de continuidad, porque, aunque en la serie Adrian acaba de ser nominado como Juez, por la misma época ficticia aparece ya presidiendo el juicio de Deathstroke en Tales of the Teen Titans #59).

Cuando Nightwing entra por la ventana…

Aumentan las matanzas con la justificación de que el juez ya no es el que se esconde bajo el disfraz, pero la violencia (peleaca brutal contra Nightwing) y la desesperación (muestra claros signos de locura a raíz de que sea otro el que lleva su nombre) del carácter principal, son igualmente palpables. Dado el vuelco del personaje, las similitudes en origen y actitud con el Castigador comienzan a dejarse oír. Sin embargo, el propio autor se defiende así: “El Castigador siempre vivió y jugó en un mundo superheroico. Vigilante vivió en un mundo superheroico, pero (…) – una vez tomé el personaje – traté de no jugar en ese mundo demasiado. Quería mantenerlo con gente quien, incluso si llevan una máscara o disfraz, estaban al menos bastante fijados a la realidad – o tan reales como se pudiera.” De hecho el escritor metió poquísimos personajes (especialmente los poderosos) del UDC para mantener esa máxima.

Pero centrémonos en la serie, pues en el 22 aparecen dos personajes clave, Dave Winston, asistente del juez Chase, y Harry Stein, detective de policía. En este número se puede decir que arranca la que será una larga saga en la que se mezclan dos violentos justicieros de gatillo fácil, el desconocido Vigilante y Electrocutor. En una espiral de persecuciones, éstos buscan al mismo criminal mientras se hostigan entre ellos, a la vez que tanto policía como Adrian intentan darles caza. Durante su desarrollo, Kupperberg sigue poniendo piezas en el tablero como el policía Gary Washington, en el 23.

Además, el guionista va complementando cada número con historias cortas, sin salir del ambiente sórdido que emana la colección, que van definiendo su galería de personajes (que fieles al estilo Kupperberg siempre muestran alguna tara emocional con familiares o parejas). Y no hablemos de las portadacas, aunque Smith ya se bastaba solo para ofrecer espectáculo, comienzan a sucederse estampas de genios como Dan Day, Joe Kubert, Bill Sienkiewicz, Marshall Rogers, John Byrne, Mike Grell (que repetiría varias veces), Jim Starlin, Howard Chaykin y aquella que marcaría a toda una generación de Brian Bolland, para el segundo anual de la colección.

Masterpiece de Sienky

Pero me adelanto; la saga culmina con el asesinato de Electrocutor y Vigilante a manos del propio Adrian, que descubre el rostro de su colega Adam Welles bajo la capucha. Éste le había visto tirar el traje y decidió tomar su lucha. Como igualmente espía ahora la trágica escena el asistente Dave Wiston, que decide tomar el manto. Pese a intentar volver a un Vigilante más justiciero que asesino, la dureza de la realidad de la que se rodea no le pondrá las cosas fáciles. Para colmo, su modelo original a seguir, Adrian, le desprecia como Vigilante. Sabe que el disfraz es una condena y no quiere arrastrar a nadie más en ella.

Por cierto, nueva discontinuidad, resulta que nada más inaugurar carrera como Vigilante, Dave hace team-up con Superman en DC Comics Presents #92 ¡Pero el Superman pre-Crisis! Ahí morreándose con Lana Lang y todo. En todo caso, Kupperberg recupera sus raíces (le ayuda el dibujo de Curt Swan) y sabe bajar el tono para una aventura más que disfrutable que no chirría tanto como se esperaría.

¿Que por qué me gusta Tod Smith?

Seguimos con la, para mí, mejor característica del guionista, la evolución de personajes, aunque sea con calzador o en elipsis que dejan todo el trabajo al lector. El detective Stein va investigando la muerte de Welles que claramente apunta a nuestro Adrian, arriesgando la placa en el intento. Y no es el único que cambia, Marcia pasa del rechazo a la recuperación del amor ante el sufrimiento de Adrian (que va de una crisis nerviosa a otra, bebe… un poema de hombre). Y el pobre Dave, pese disfrutar del amor con la policía Anne Pasquale, descubre en una durísima escena que los criminales no le temen si no es capaz de amenazar sus vidas. Criminales que cada vez parecen más reales y juegan más sucio, con los que los combates son agónicos, las victorias pírricas y cuesta salir vivo salvo arrastrándose.

Todas estas vidas se cruzan en el segundo especial de la colección, el juicio de Adrian Chase. En él Harry demuestra su valor como detective y como ser humano, pero termina con su carrera como policía para desculpabilizar a Adrian. Éste y Marcia sufren el juicio como cliente y abogada, como culpable y defensora, terminando como pareja de nuevo. Y Dave sale con nota del enfrentamiento contra dos villanos del pasado, la búsqueda desesperada de su némesis y hasta el descubrimiento de su doble vida por parte de su novia, que lo acepta.

Si esto no es una portadaca que baje Kirby y lo vea

Un número que deberían repasar todos los que menosprecian a nuestro escritor, pues, cual thriller policiaco, se mezclan de manera realista las tramas, las escenas, los testigos, las pruebas… Para acentuar la autenticidad de sus historias, Kupperberg usó el recurso de aprovechar las noticias del momento. Recordemos por ejemplo que los secuestros de aviones internacionales estaban a la orden del día en los ochenta, y que el tristemente famoso secuestro del vuelo 73 del Pan Am a Karachi ocurrió en el mismo mes que se imprimía el número 36 de la serie, en el que un grupo terrorista pretende hacer lo propio.

Un número clave

De hecho, la clave para este artículo se produce en ese Vigilante #36 USA (diciembre de 1986), publicado en España in extremis como último número de la serie homónima de Zinco. Allí aparece por primera vez “La Agencia” y, tras las Crisis, se trae de vuelta al Pacificador al Universo DC (como agente especial de la Agencia) y se reintroduce a Valentina Vostok (como directora de dicha organización), la Mujer Negativa creada por el propio Kupperberg junto a Joe Staton. Para ser exactos/pedantes, éste se considera también el primer número oficial post-Crisis del Vigilante. ¡Ah! Y las Legends estaban desarrollándose en ese momento y Valentina habla de la prohibición del presidente contra los… ejem, ¡vigilantes!

Detallitos aparte, es un número brutal donde los haya, punto y aparte hacia la oscuridad en una colección ya de por si violenta. Fijaros que es donde parece por primera vez la ahora famosa frase de Pacificador “Amo la paz. Tanto como para matar por ella.” Por ella y por tocarle, porque por esa ridícula excusa mata a sangre fría al Vigilante Dave tras haber salvado la situación en el avión. El mismo en el que se encontraban, mira tú, Adrian y Marcia, listos para reemprender su nueva y feliz vida. Ni que decir tiene que para Adrian esto supone la prueba definitiva de que nunca debió dejar el uniforme. Cuando otros han intentado substituirle en su misión, han terminado muertos. Su caída en la obsesión es por tanto terminante, arrastrando su cordura, carrera y relación por el fango.

Que no me toques!

El número se recibió entre los lectores como un jarro de agua fría inesperado. Las cartas 3 meses después eran emocionadas, personales, como si los personajes fueran parte de sus vidas. No eran si quiera protestas, pues entre el anual 2 y ese 36 la serie había dado respuesta a muchas preguntas y había dado un vuelco para mantener el interés de sobra. Eran correos atónitos ante el devenir de una colección sorprendentemente dura. No les quedaba nada, para qué…

A partir de aquí, la colección se vuelve absolutamente bestial. Como un comic de Benjamin Marra que se tomara en serio, como una película de Steven Seagal con personajes tridimensionales, como una Jungla de Cristal en la que McClane fuera consciente de la violencia de sus actos. Así nos hunde el guionista en la miseria: “Todo es político, incluso los cómics, pero especialmente aquellos que van donde Vigilante fue, los lugares oscuros, dentro de las mentes enfermas, donde crecen los niños heridos, donde los hombres piensan que dominar a las mujeres es su derecho… y donde un ofuscado en gafas de esquí y mallot negro va por ahí matando gente de acuerdo con su propio código de justicia.

Extrañas alianzas

Salgamos de esa turbia ciénaga para tomar aliento. En el 37, la Agencia cobra forma y Valentina le pide a Vigilante que le ayude a encontrar a Pacificador y el terrorista detrás del secuestro del avión. Adrian le dice que necesita a la única persona en la que puede confiar, Harry Stein. Se van colocando piezas, pero volvemos a hundirnos, pues ocurre un accidente clave mientras Adrian recupera su uniforme de Vigilante en el piso del fallecido Dave. “Cuando miras atrás en mi etapa de Vigilante, (…) cuando mató a un agente de policía. Incluso aunque fuera accidental, no había punto de retorno después de aquello, y el resto de la etapa fue una lenta agonía hasta el final.

Pacificador desatado

Y puedo constatarlo. Aparte del desarrollo de la Agencia y su elenco, las temáticas son oscuras, como poco. La trata de blancas infantil, con un escalofriante final en el que, mientras el Vigilante se congratula de haber desarticulado una banda, se ve claramente la futilidad de dicho “éxito”. El asesinato agónico de cualquiera que amenaza la misión de Adrian, ya sean camorristas, cazarrecompensas, asesinos, o líderes mafiosos. La droga y la drogadicción y, tanto en éste como en el del rapto de niños, aportando valientemente los puntos de vista de todos los implicados, con asfixiantes resultados (la madre de la niña desaparecida y el alcohólico rechazado por el sistema son especialmente dolorosos). Además de espionaje internacional, drama carcelario con la correspondiente pelea en las duchas, pobreza (el Vengador de los Sintecho y su final, son absolutamente bestiales), etc.

Pero la vida sigue. Para Harry, que se gana a pulso un puesto en la Agencia por sus dotes detectivescas, su capacidad de mediación y su dureza cuando es necesaria. Para Valentina, que va colocando a Harry sutilmente en su propio puesto para salvar su organización cuando la ve amenazada por los burócratas. Lo que se hace realidad en Vigilante #47, donde la Mujer Negativa nos informa que la Agencia ahora depende del Departamento de Justicia y Harry es el nuevo Administrador. Para Adrian, que es desenmascarado por el Pacificador, lo que termina de destrozar su vuelta a la normalidad. Para la pobre Marcia, cayendo en la locura ante la trágica caída de su gran amor, pero recuperada unos números después para una nueva vida con su psiquiatra. Para Pacificador, totalmente ido, amenazando a propios y extraños.

Y llegan nuevos compañeros. Como el detective de policía Harvey Bullock en el número 44, que se viene de Gotham demostrando tanta torpeza como instinto (lo cual facilitaría la aparición de Batman en el 47, tan reclamado por los lectores como celebrado una vez pasó). Y van añadiéndose nuevos agentes a la Agencia como Phillip Kramer en el 42, o Scott Jameson en el 43. O la violenta vigilante Black Thorn en el 45, creada por Kupperberg (sería su personaje fetiche) y Smith para la ocasión, que entra como un torrente pillando a Adrian con los pantalones bajados, literalmente. Merece la pena contar que el tórrido encuentro, y especialmente el desnudo de esta anti-heroína, provocó cartas en contra que fueron maravillosamente respondidas por el editor Mike Gold (¿cuántas maravillas ochenteras le debemos ya a este hombre?): “Me sorprende que hayáis aceptado sin reparos toda la violencia de la colección, pero os escandalice que salga un pezón una o dos veces.” Para quitarse el sombrero.

Que te pillo, jijiji

Y a lo tonto llegamos al número 50 (febrero de 1988) y último de la colección… Existen varias versiones del final, como que las ventas no acompañaban aunque les dejaron terminar como querían, o incluso Kupperberg admite en una entrevista que era el final inevitable, tanto da si hubiera continuado la serie: “Podíamos haber continuado contando historias, pero si el tío se mantenía hubiera sido falso, ¿sabes? Hubiera sido una p**a farsa.” En todo caso, está claro que el destino era oscuro para el personaje.

Por si aún no lo sabe alguien, que se agarre los spoilers, porque Adrian Chase se mete un tiro en la cabeza. Así, como suena. En un episodio agónico donde los haya, en el que Vigilante es visceralmente consciente de que la violencia sólo engendra más violencia, éste toma la única solución que intuye posible para acabar con esta interminable espiral de muerte. Una muerte y un final que dejó a los lectores en absoluto shock, del cual no pudieron dar cuenta hasta Checkmate #2 (3 meses después), cuando Gold publicó muchas de las cartas que se habían recibido tras la cancelación. Hay pena, hay enfado, pero en general hay consenso en la valentía y lógica de tan aciago final.

Condenándose hasta el final

Admito que no fue la primera ocasión que salía algo tan brutal en un comic de superhéroes, pues el arco de «La última cacería de Kraven» de J. M. DeMatteis y Mike Zeck fue publicado en 1987. Sin embargo, siendo el principal protagonista de la cabecera y un héroe (o anti-héroe) concebido como tal, es una absoluta voladura de cabeza (uy, que mal juego de palabras, jeje). Gold y Kupperberg pelearon para que este fuera el final y la sorprendente DC de por aquel entonces cedió. “Fue todo un desafío escribir esta historia, pero estoy orgulloso de que, de todas las muertes de personaje de DC, Adrian Chase ha sido la única que nunca ha sido revertida o negada.” Descanse por tanto en paz.

Apuntalando con Pacificador y la Patrulla Condenada (¡y el Fantasma Errante!)

Pero la Agencia sí que seguía viva y coleando, en especial sus miembros. De hecho, Valentina ya hizo un cameo entre Vigilante #43 y #45 en el Secret Origins Annual #1, de agosto de 1987. En el que, atención y ya veremos porqué, Kupperberg colabora en buena sintonía con la superestrella Byrne. Aquí Valentina confiesa que el Gobierno USA se convirtió en su hogar a cambio de no volver a usar sus poderes. Es más, nos cuenta que se encarga de monitorear la proliferación de superhéroes en el país y dispone de agentes armados para ello.

Este especial sirve de pistoletazo de salida para la Doom Patrol vol 2 (de octubre de 1987, siempre hablando de fechas de portada, of course). Patrulla Condenada editada, cómo no, por Gold y de la que dimos buena cuenta en este Magazine DC. Valentina salta de Vigilante (como vimos) y se cuela en su primer número con la excusa de que debe vigilar a Celsius y hasta manda hombres para detenerla a ella y casi a Robotman. Por tanto, ya no sería directora de la Agencia, pero en el número 2, donde también aparece Harry Stein supuestamente tras el mismo Vigilante #47, éste la sigue considerando su jefa. En fin, un amante de la continuidad como Kupperberg también comete errores. En este número 2, Valentina muestra sus poderes por primera vez desde las Crisis y dice romper un juramento al hacerlo, confirmando lo dicho en el Secret Origins.

Harry Stein en Doom Patrol

Tras ese primer arco patrullero, que acaba en el número 3, Harry vuelve a Vigilante y Valentina aún tiene tiempo de disfrutar una última aventurilla para el gobierno fuera de la Patrulla Condenada. Es en Phatom Stranger vol 3, por Kupperberg, Mike Mignola y P. Craig Russell, de octubre de 1987. En esta en todo caso interesante serie (en la que se repiten los lugares comunes del guionista como quitarle los poderes al protagonista o que aparezca Ronald Reagan), el papel de la Mujer Negativa es puramente residual. Aunque ya no es la jefa de la Agencia, se siguen refiriendo a ella como coronel Vostok y ahora según parece es responsable de Inteligencia del Gobierno de los USA. Tras esto se queda definitivamente con la Patrulla (aunque jugando a dos bandas para alguien del gobierno) y no la volveremos a ver por la Agencia hasta mucho más adelante, cuando ésta ya ha cambiado de nombre.

Valentina en Phantom Stranger

Antes de eso, en enero de 1988 nace la miniserie Peacemaker (de la que algo habíamos hablado con motivo de su edición entre los orígenes del Escuadrón Suicida cinematográfico, aquí y aquí). Esta sí que es la siguiente aparición de Harry tras el fin de Vigilante, lógicamente bastante mosqueado. Cuando el Pacificador volvió a asomar sus narices en Vigilante #42 y #43 lo creía un terrorista y estuvo a punto de asesinarlo a él y a Valentina. En principio, el nuevo líder de la Agencia parece sólo querer aclarar las cosas y comprobar que ahora el Pacificador es un agente algo más fiable (no mucho). Pero en el número 2 se ve el despliegue de agentes y a Harry completamente al mando, aunque necesitado de los servicios del anti-héroe de frágil salud mental.

Aunque la Agencia queda mejor definida en la serie del Pacificador, éste es reconvertido como si otro guionista se hubiera hecho cargo del personaje: Los fantasmas de sus ajusticiados dejan de hablarle a través del casco para ser su padre fallecido el que le atormente. De solitario controlado por la Agencia pasa a liderar el Instituto Pax en los Alpes. Y de asesinar a sangre fría al tercer Vigilante ahora se preocupa por el número de bajas. Eso sí, el enemigo a batir sigue siendo sin duda el terrorismo en todas sus caras.

Cabe decir que Kupperberg se preocupa de hilar todos estos cambios a través de pequeños detalles en la historia y, sobre todo, a través de la abundante (y a veces tediosa) información que se añade al final de cada capítulo. Por cierto, algunos de estos informes finales están dirigidos a Harry Stein y uno de ellos está elaborado por el agente Philip Krammer.

Pero vamos, si hay algo que inspira al guionista para retratar a esta pacifista máquina de matar es hacer parodia de la imperante proliferación de héroes de acción en pantalla. En los 80, acompañando a la era Reagan de violento patriotismo exacerbado (desgraciadamente, nada que nos sorprenda en los tiempos que corren) que se cebaba en ganar la guerra fría y acabar con el comunismo, los éxitos de taquilla hollywoodienses se basaban en super-soldados musculados capaces de vencer a cualquier enemigo con una sola mano.

¡¿Que por qué me gusta Tod Smith?!

Ya que lo nombramos, recordar que, cómo no, sale el entonces presidente de los EEUU, pues casi se convirtió en un personaje recurrente de Kupperberg en la mayoría de sus series ochenteras. Pero vamos, su “amor” por el por entonces presidente queda bastante claro en sus palabras: “No era un gran fan de Ronald Reagan o sus políticas y todavía me dan escalofríos cuando oigo hablar de él como uno de los mejores presidentes de todos los tiempos.

Por cierto, que la elección del enemigo en la sombra es tan sorprendente como típica de nuestro rescatador de tesoros editoriales. El Dr Tzin Tzin, enemigo de Batman de los 60 al estilo de Fu Manchu (que ha resultado un prototipo de villano tan copiado como La Sombra, el Hombre de Bronce y otras estrellas de la literatura pulp) cuya última aparición databa del 1977. Aquí se aprovecha su origen novelesco para darle esa pátina de líder terrorista internacional de la que se saca bastante provecho.

En todo caso, después de esta miniserie, por fin la Agencia pasa a convertirse en toda una estructura bajo el nuevo y bastante más atractivo nombre de Jaque Mate.

Nace Checkmate

Curiosamente, Checkmate no nace en su propia cabecera, sino en la serie de Action Comics (en el 598 de marzo de 1988, para ser exactos). Esto se puede intuir como una buena estrategia, ya que Superman era el centro del UDC por aquel entonces y Action la cabecera ideal para presentar nuevos personajes y conceptos. El pago, sin embargo, es la coletilla que acompañará para siempre a Checkmate de ser co-creados por Byrne y Kupperberg, pese al más que dedicado trabajo del segundo.

Primera aparición de los caballeros de Checkmate

Sin embargo, el guionista admite humildemente que, de hecho, al ser amigo del canadiense, le pidió su ayuda y bendición (a cambio de una comida). Y realmente fue Byrne el que diseñó ese flamante traje de los caballeros. Algo que ha confirmado Steve Erwin, el que sería el dibujante principal de la futura serie con las tintas de Al Vey, al que se le pasó una fotocopia de ese primer boceto para terminar de adaptarlo.

Y ya que estamos con Erwin, feliz de desarrollar y diseñar trajes, bases de operaciones y personajes que no existían antes, también cuenta en otras entrevistas que Kupperberg le pasaba argumentos más que guiones, donde él podía coreografiar las escenas de acción. Es más, para hacerle disfrutar y potenciar el carácter internacional de la agencia, siempre le estaba preguntando “¿En qué lugar del mundo quieres que tenga lugar el próximo número?

Pero volviendo a nuestra Agencia, directamente desde las páginas de Peacemaker, ésta (AC #598) es la siguiente aparición de Harry Stein, Harvey Bullock y la misma, se entiende que ya y por vez primera, transformada en Checkmate. También aparecen un par de caballeros y Grace Guiness, una torre. Efectivamente, ahora la organización tendrá nomenclatura de piezas de ajedrez. Además, se ve que goza de una base secreta camuflada como la sede de Industrias Koning, a las afueras de Shelby, Virginia.

A lo Kupperberg, los cambios se dan por hechos y no se da ni una explicación salvo por detalles a lo largo del primer número de la nueva colección. Ésta, Checkmate, nace en abril de 1988 con portadaca de Kerry Gammill y editada, cómo no, por Gold junto con Jonathan Peterson. Y aquí sale todo el elenco que fue naciendo en las páginas de Vigilante, desde el policía Gary Washington como caballero, hasta los agentes Phillip Kramer y Scott Jameson, todos ya alfiles.

Repasemos pues, según este primer número, la organización que Harry comenta haber creado en dos meses. Rey (Harry) y reina (nada menos que Amanda Waller) son los líderes, digamos que el primero está al mando de Checkmate mientras que Amanda está por encima, controlando además al Escuadrón Suicida. Los alfiles supervisan las misiones (los nombrados hasta ahora y Harvey, que se confiesa como uno de ellos, aunque Amanda le define, con lógico recelo, como el segundo al mando). Misiones las cuales planean las torres (vuelve a salir Grace) y ejecutan los caballeros (Gary y uno nuevo, John Reed), estos van enmascarados y sólo de torre para arriba se conoce su identidad. Mientras que los peones son el personal de soporte y mantenimiento (como, por ejemplo, otro carácter nuevo que será recurrente es B.J., secretaria de Harry).

Comienzo de puro thriller

Otra que sale con la excusa de que quieren reclutarla, algo a lo que Amanda se opone, es Black Thorn. Según parece ha usado estos meses para superar la muerte de Adrian siguiendo su legado justiciero. Al final demuestra que Amanda tenía razón, porque después de que Harvey le cuente varios secretos de la nueva organización, incluyendo el impresionante domo de entrenamiento, se larga con viento fresco.

Creación de agencia aparte, en el número se desarrolla una interesante trama de terrorismo y política cuyas raíces llevan al Partido Supremacista Americano, algo que asustaba a la sociedad americana de entonces (aunque no sé si tanto como ahora). Y siguiendo con el aprovechamiento de la realidad del momento, tan al gusto del guionista, tenemos muchos ejemplos en la serie: estadounidenses proveyendo de armas a los rebeldes de Qurac para desviar fondos a operaciones encubiertas (¿os suena el asunto Irán-Contra?), independentistas irlandeses aliándose con alienígenas para echar al gobierno británico (el IRA en su apogeo), una alianza entre agentes rusos y americanos (justo cuando caía el Muro de Berlín), etc.

Una noche en Venecia

Además, Kupperberg nutre a sus personajes de tridimensionalidad, como es menester. Si bien ahora la serie es de un tono mucho menos oscuro y violento. Por ejemplo, por fin conocemos a los hijos de Harry en el número 2. Mientras que en Vigilante sólo le sabíamos divorciado, aquí se le aporta un aspecto familiar (aunque algo desestructurado, cómo no). Black Thorn sigue haciendo de las suyas, pero protege el barrio, más que asesinar impunemente criminales. Y a partir del cuarto número vuelven las historias de relleno para dar más trasfondo a alguno de los caballeros (aunque sólo duran 3 números).

En todo caso, la violencia sigue apareciendo de un modo bastante evidente. Cierto que ahora los criminales no son tan retorcidos, pero los combates siguen siendo agónicos y los caballeros deben desplegar todos sus recursos disponibles y aceptar toda la ayuda que puedan necesitar para resolver sus problemas. De hecho, nos iremos dejando a más de uno por el camino. Además de que ellos mismos no dudan en matar a los terroristas a sangre fría si la situación lo requiere. Sin embargo, las escenas de acción o las misiones suelen acabar con algún chascarrillo, por haceros una idea del tono.

En esta primera parte de la serie se siguen presentando miembros. En el cuarto número, donde cambia el escenario a Venecia tal como nos contaba Erwin, aparece un caballero importante, Winston Churchill O’Donnell, una torre llamada Mr. Wing (y un camaleónico asesino que seguirá dando dolores de cabeza) y un alfil en la historia de complemento, Kalia Campbell. El caballero Jake Tyler se presenta en el quinto, junto con la torre Jack Wyznowski, que también dirige al caballero Aaron en el sexto, desarrollado en Israel. En el 7 por fin una caballera, Beth Zahar, aunque es un número clave también por producirse la trágica pérdida del caballero Winston en cumplimiento del deber, algo que traerá cola.

Toda un caballero

Kupperberg se acuerda de Black Thorn en el 8, cuando Waller comienza a interferir en Checkmate abiertamente para eliminarla de la ecuación. La vigilante cuenta con, y hace nuevos, aliados en la organización, que consiguen chantajear a la lideresa (con aquella desastrosa misión del Escuadrón en Nicaragua, ¿os acordáis?) para que corra un tupido velo. Por cierto, que este número Erwin copia una cara de Amanda de Byrne sacada de Legends, un punto cutre para un dibujante algo estático pero que había demostrado de sobra su talento en la colección. Paréntesis aparte, seguimos con la presentación de activos en el 9, como la torre Abe Crane y el caballero Roger Dayton. En el 11 (cruce con Invasion!, al igual que el siguiente), con cameo de la Reina de Inglaterra, conocemos al carismático caballero Lionel Hawkins. Y en el 12 nueva caballero, Connie Webb, en unas aventuras espaciales muy alejadas del estilo James Bond. La etapa termina con una entretenida aventura a tres bandas en el 13.

Fijaos en el arco de la ceja y la nariz
Aunque Byrne lo haga infinitamente mejor

Entre medias, un interludio para mostrarnos cómo le va a Thorn fuera de la agencia, en el que recuperamos brevemente a su equipo creador, con Smith al dibujo.

Entramos en la segunda parte con La Directriz Jano, evento que mantuvo a las series DC ocupadas de agencias gubernamentales en… jaque (punch intended). Y lo único que se ha publicado en España de Checkmate gracias a los tomos recopilatorios de El Escuadrón Suicida de Ostrander de ECC. Según Kupperberg, La Directriz Jano fue idea de Ostrander principalmente. No es que hubiera nada malo en la historia ni nada por estilo, admite, pero no fue su favorita precisamente de toda la etapa porque le hizo alejarse de su buscado realismo. Sin embargo, el guionista la aprovecha con creces para introducir cambios sustanciales.

Valentina vuelve en Checkmate #15 (el número en el que Amanda los mete en el fregado de Jano) y, tras una oferta de Harry, se quedará hasta el final. También aparece un nuevo caballero, Ray Carson, que se enfrenta con, y esto es lo importante, Bishop, un agente de organización desconocida protegido por una armadura tipo tanque que termina aparentemente muerto. Y al final Kupperberg se las arregla para meter en la agencia de nuevo al Pacificador, aunque sea a través de su enlace, Bridgette D’Abo.

En el siguiente se cuela definitivamente a Thorn en el grupo, en un número absorbente típico del escritor; en un enfrentamiento Checkmate-Suicide Squad en el que vemos a Valentina en acción, hay que luchar por cada palmo en esforzados combates. Y se anuncia un épico enfrentamiento entre Pacificador y el Mayor Force que se verá en la serie del Escuadrón, donde se destruye la base de Shelby.

De ahí son reubicados a una antigua base NORAD en las Montañas Rocosas de Colorado. Se ve en un número cataclísmico, donde Checkmate pierde a la mitad de sus caballeros, entre ellos Jacques Reynard. Y en el último de la saga lo único a destacar es que se acabó la dependencia de Waller, el nuevo jefe supremo de Task Force X (Jaque y Escuadrón) es el Comandante Steel. ¡Ah! y se nombra un dato curioso: según parece han muerto 38 caballeros por culpa de Kobra (el villano en la sombra de Jano) y quedan 20, contando otros 2 o 3 que se nos quedaron por el camino, la agencia debía contar por tanto con unos 60 agentes de campo.

A partir de esta saga, la serie se torna fascinante al estilo Kupperberg. Aprovechando que ya están todas las piezas sobre el tablero (bueno, siempre hay tiempo para sumar más, como el caballero Jerry Blake), los personajes cambian, las tramas (en escenarios diversos como Rusia, Rumanía…) se cruzan y la tensión comienza a cocinarse a fuego muy lento. Vamos descubriendo los primeros detalles del pasado de Thorn, la familia de Harry se termina de romper debido a sus obligaciones para la agencia, ¡Bullock se enamora! y el Pacificador sigue su propia agenda. La verdadera sorpresa, los caballeros Winston (desaparecido en Qurac) y Jacques (una de las bajas de Jano) no estaban muertos (estaban tomando cañas).

¡Caballeros, por favor!

En el 21 vuelve Bishop, y la persona dentro de la armadura se convertirá en un misterio que no se resolverá hasta el 25, resultando ser uno de los caballeros. La apasionante trama nos llevará por escenarios dispares (Suiza, Alemania, Irlanda, California, Venecia, Londres, Paris…) e incluirá un asesino misterioso que se inmiscuirá de las maneras más insospechadas, igual que el topo que se cuela en la propia organización. Como siempre el escritor mete nuevos caracteres como el caballero Conrad Mackay, aunque más interesante es la recuperación de los secundarios de Peacemaker; los agentes Dominique St. Claire y Gunther Steiner, el aristocrático Ross Llwellyn y el mecánico Frank Keller.

Pero los problemas están lejos de resolverse, los tentáculos del enemigo en la sombra se han retorcido por todo Checkmate buscando eslabones débiles en los familiares o amigos de los protagonistas. El megalómano detrás de todo se descubre en el 27, Victor Cypher, líder de su propia empresa de tecnología (esas armaduras…) con ínfulas de dictador. Aunque nacido estadounidense, pretende conquistar su país de origen, el ficticio Austanburg. La agencia contra el terrorismo devenida internacional no se interpondrá en su camino.

Y no creáis que el plan se desarrolla por los caminos trillados del villano de pacotilla. Este hombre usa influencia en la política internacional, desprestigio a través de medios de comunicación, prácticas empresariales deshonestas, chantaje, abuso y… vale, alguna armadura gigante para aplastar a los caballeros (es lo más “irrealista” que encontramos, palabra). Con esas prácticas consigue que Harry sea cesado, dejando a Bullock al mando. Harvey, un detective de policía venido a agente internacional, demuestra repetidas veces su ineficacia hasta resultar relevado de su puesto por los fracasos. Puro realismo derrotista de Kupperberg.

Comienza la saga final, Caballeros Patrióticos. Aparece un caballero con una armadura tuneada de estilo samurái, Mark Nagoya, que se mezcla en una trama en la que aparece ¡un caballero ruso! Al guionista se le ocurre que otros países copien el modelo que tan bien le está funcionando a los USA. La guerra civil de Austanburg provocará la aparente muerte del Pacificador, entre muchos caballeros. Y aunque consigan destapar a Cypher, éste terminará proclamándose rey del país con el apoyo de Bialya, Qurac y Zandia (¡politiqueo imaginario de alto nivel!). La amarga derrota la comunicará en un cameo, como no podría ser de otra manera, el presidente del momento, George Bush.

La serie acaba justo aquí en el 33 por las malas ventas, según declaraciones, porque no hay despedidas ni explicaciones. De hecho, llevaba sin sección de correo o editorial desde el 2. Muchas tramas quedaron en el aire, especialmente sobre Thorn, Bullock o Pacificador. Al menos al guionista le dio tiempo a colar una historia de complemento en el último número sobre la caballero Beth, dibujada con delicadeza por Dandy DuBurke, que él confiesa entre sus favoritas.

El legado del Kupperverso

Con la cancelación llevó a su fin definitivo esa agencia, transformada en cuerpo de espionaje “ajedrezado” y sostenida por todas estas series interconectadas gracias a carismáticos personajes, que cariñosamente hemos llamado Kupperverso (aunque debo admitir que el verdadero creador de tal término es éste). Pero como toda buena idea, estaba hecha para quedarse y nos dejó algunas alegrías para el futuro.

Cabe decir en este epílogo que Kupperberg intentó llegar más lejos de Checkmate y propuso dos interesantes spin-offs que desgraciadamente nunca vieron la luz. Uno de Black Thorn en el que se explica el desconocido origen de la anti-heroína y se pueden descubrir algunas ideas interesantes como el regreso del Electrocutador (si queréis darle una oportunidad, lo ofrece sin tapujos en su web). El otro se trataba de nada más y nada menos que el regreso del Pacificador, pero con Smith desaparecido, un nuevo agente se ocultaba bajo el característico casco. Este pitch es aún más absorbente que el anterior (Smith vuelve tras una asombrosa recuperación en la jungla sudamericana, entre otras muchas cosas), no dudéis en echarle un vistazo. Es más, de hecho, hasta inició una novela sobre Checkmate que nunca llegó a terminar (más de lo mismo).

Desde luego, el mayor éxito es el legado de Checkmate. Una interesante agencia dentro del Universo DC a la que autores de renombre han propulsado posteriormente. Merece mención especial la maravillosa serie de Greg Rucka y Javier Saiz, salida de los eventos de Crisis Infinita, en cuya detonación tuvo un papel crucial. Aquí se desarrolló mucho más el aspecto de vigilancia de meta-humanos y se aprovechó sobremanera el contexto internacional. Pero sobre todo era un escaparate a las bambalinas de los más habituales espectáculos superheroicos. Cuánto se echa de menos una serie de estas características.

Otra medalla es la recreación del Pacificador para el UDC. No cabe duda que la versión de Pacificador que actualmente triunfa en cine y televisión no es la de la Charlton, si no la de nuestro guionista. Incluida la frasecita de marras. Desde luego tiene mucho que ver el nuevo regidor del destino del UDC cinematográfico, James Gunn, pero jugó con un personaje que tenía todas las cartas a favor de su estilo irreverente.

Premios de consolación para un creador nato. Minusvalorado pese a haber recorrido caminos intransitados. Poco conocido aún siendo la mente detrás de parte de los andamiajes del Universo DC. Un autor merecedor de una ficción a su medida. Señoras y señores, con ustedes Paul Kupperberg.

Si quieres saber más:

DC en los 80, una página indispensable para los amantes del género.
La propia página del autor, donde cuela curiosidades a mansalva.
Una curiosa lista con sus propios comics favoritos.
Una selección de podcasts.
Y la wiki, que no falte.



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