Javier Vázquez Delgado recomienda: Último fin de semana de enero, de Bastien Vivès

Edición original: Dernier week-end de janvier (Casterman. Junio, 2022)
Edición nacional/España: Último fin de semana de enero. Diábolo Ediciones. Septiembre, 2022
Guion: Bastien Vivès
Dibujo: Bastien Vivès
Traducción: Violeta Alarcón Muñoz
Formato y precio: Cartoné, 184 páginas. 24’95€

Rutina, infidelidades y bande dessinée

“Est ce que tu es heureux, mon fils ? Eh bien…c’est le plus important.”*

Hay grandes autores que alcanzan la madurez artística y, una vez plenamente asentados en ella, nos van regalando obras admirables una detrás de otra. Es el caso del eterno maestro Jaime Hernandez y sus Locas, con casi treinta años de excelencia tras unos primeros compases algo dubitativos; lo mismo pasa con Frederik Peeters y sus obras en solitario, o con la estimable colaboración de Serge Lehman; también contamos con los retratos femeninos que de tanto en tanto nos regala Posy Simmonds, a cuál más rico y profundo y, por supuesto, está el ejemplo de este matrimonio profesional tan bien avenido formado por los norteamericanos Ed Brubaker y Sean Phillips… Pero desde hace algún tiempo a este selecto grupo le podemos añadir el nombre de Bastien Vivès ya que ha reunido los méritos necesarios para entrar en él y con su última obra publicada en castellano, Último fin de semana de enero, nos lo vuelve a demostrar con creces.

Denis Choupin es un dibujante de cómics francés que asiste desde el primer día a una edición reciente del Festival Internacional de la bande dessinée de Angoulême. En su agenda mental y de intenciones está seguir disciplinadamente con su programa de firmas, participar en una charla sobre la historieta histórica, negociar con su marchante la venta de una serie de originales, adelantar la vuelta a casa para poder asistir a la pedida de mano de su hijo y disculpar constantemente a su guionista porque no ha podido acompañarle por un repentino lumbago. Sin embargo, la inesperada aparición en la cola de autógrafos de Vanessa, una otorrinolaringóloga casada con un aficionado a la BD, trastocará todos estos planes y extraerá a Denis de su monótona y asfixiante rutina.

Ultimo fin de semana de enero trata de una relación extramatrimonial. Pero sobre todo nos muestra las ligaduras que poco a poco, con el paso de los años, vamos aceptando y que acaban por constreñirnos hasta transformarnos en una persona diferente a la que deseamos ser. Esto lo vemos en la figura del protagonista que seguramente nunca aspiró a dibujar una serie interminable sobre la Segunda Guerra Mundial, que nunca se vio aguantando las trasnochadas reflexiones de maduros aficionados a la bande dessinée y que nunca soñó con asistir a una petición formal de mano de su hijo.

En este contexto, la inesperada aparición de Vanessa se convierte en el desencadenante de la ruptura vital del artista francés, pero Vivès consigue que esta esporádica relación amorosa no sea solo un simple mecanismo de liberación y le insufla la suficiente dosis de verdad, de lirismo y de ternura para que nos emocione por sí misma.

La breve visita a la exposición de un autor emergente italiano y la melancolía que le produce a Denis es una hermosísima metáfora de lo que este realmente aspira a ser, profesionalmente, pero que no acaba atreverse a luchar por ello. Y lo mismo le pasa con la visión de un álbum de una autora primeriza. Además, es la constatación de que el mercado actual de la bande dessinée permite una mayor libertad creativa a los autores que no han atarse a series antiguas y caducas para poder sobrevivir dignamente. Permítanme también una conjetura… ¿Es Manuele Fior el autor italiano de la muestra en cuestión?

Pero si la situación vital de Denis es sofocante, la del marido de Vanessa, la de Marc, puede resultarnos completamente abrumadora. Es un empresario de éxito, atractivo, casado con una mujer inteligente, hermosa y fascinante, sin embargo arrastra su frustración artística por todos los certámenes de la historieta francófona coleccionando frías dedicatorias, acumulando ridículos recuerdos, atesorando fugaces encuentros con artistas que lo envidian y lo compadecen a partes iguales.

Por su parte Vanessa lleva a rastras la inmadurez de su compañero de una manera resignada y no exenta de cobardía. No participa de la pasión de Marc por el cómic, pero tampoco se atreve a buscar una alternativa. Su actitud es fría, distante y con un punto de sobreprotección maternal. Es la que describe mejor el extraño microcosmos que se forma en los festivales de BD, pero ha alzado una barrera invisible que le impide disfrutar de lo que tiene delante. Hasta que conoce a Denis…
El trio formado por Vanessa, Denis y Marc es extraño, es fugaz, es intermitente y se circunscribe a la celebración del evento, aunque al final se le pueda atisbar cierto futuro a la relación entre el dibujante y la doctora.

Bastien Vivès se mueve con una impresionante soltura por el género de lo cotidiano, por la tranche de vie. El inicio de la historia es delicioso en su descripción de la rutina de un festival visto desde la perspectiva de un autor. Nos regala delicados y certeros retratos de los diferentes participantes, unos personajes esbozados con ironía, humor y ternura; sin juzgarlos, con una mirada limpia y exenta de censura.
La repetición de las conversaciones, los encuentros de cada año, los trámites propios del certamen, las reglas – muchas veces absurdas – que se han de cumplir… todo tiende a la monotonía, a lo ya experimentado, a una repetición de experiencias que puede resultar tranquilizadora pero que acaba aplastando cualquier posibilidad de sorpresa, de emoción y de espontaneidad.

Hay mucho de Michelangelo Antonioni en esta historia, pero también de Krzysztof Kieślowski o de Leo Carey. El autor francés retrata con suma elegancia esta relación extramatrimonial, incipiente, breve, delicada, aparentemente acotada en el tiempo que, sin embargo, intuimos va a llegar a mayores. Choupin, gracias a un inesperado flechazo, toma consciencia de su parálisis emocional e intenta liberarse. No acaba yendo a la pedida de mano de su hijo, pero lo llama para decirle que lo quiere mucho y que desea su felicidad. Porqué en el fondo de eso se trata ¿No? Todo lo demás es superfluo, es circunstancial, es solo una forma de expresarlo, es un símbolo… ¿O no?
Y para dejarlo ahí, con Último fin de semana de enero el autor francés ahonda y mejora el esquema narrativo de sus anteriores obras tituladas Una hermana y La blusa. Incide en la misma transformación vital que experimentan tanto el preadolescente Antoine como la universitaria Séverine y nos muestra la metamorfosis de unos seres reprimidos en un caso por la edad, otro por la frustración sexual o por la vida cotidiana del último, para acabar consumando una liberadora transformación, una liberadora metamorfosis que les convierte en sujetos plenamente conscientes de sí mismos.

En el apartado gráfico es donde esta obra se acerca a la perfección. El artista parisino divide cada plancha en un esquema de tres tiras con dos viñetas cada una, aunque a menudo alguna tira está compuesta solo por un cuadro panorámico. Su narrativa está perfectamente supeditada a la trama, encontramos secuencias lineales de ritmo medido y tendente a la morosidad que le sirven para describir la monótona y repetitiva actividad cotidiana de Denis, por contra cuando se trata de expresar el delirio de la liberación, el artista propone espectaculares planchas mudas de baile frenético donde percibimos perfectamente la atronadora música de la fiesta, donde vemos perfectamente como las invisibles cadenas de los que bailan se van quebrando con estrépito.

En el uso del blanco y negro, tan característico del artista de Polina, priman las grandes manchas de grises, de tonos levente distintos, que delimitan cuerpos, que separan planos. Su descripción de la anatomía humana es asombrosa, los cuerpos pesan, estas perfectamente ubicados en el espacio y las posturas son naturales y muy significativas. Como en el caso de la protagonista de La Blusa, Séverine, el protagonista de esta historia experimenta una sutil pero palpable evolución en su actitud corporal, pasando del encorvamiento físico del inicio a una postura mucho más asentada y expansiva en el tramo final. Este cambio físico está unido a un cambio emocional, de tono apagado y depresivo de su llegada a la tranquila confianza del desenlace, expresada tanto en su anatomía como en su rostro.
Bastien Vivès nos regala una realización gráfico narrativa tan maravillosa que supone una auténtica conmoción para los que amamos esta manifestación artística y cultural tan esquiva, tan propensa a la uniformización.
Con una poesía visual digna del mejor Federico del Barrio, con un trazo elegante, exacto y veraz que se hermana con el del gran David Mazzucchelli, con un claroscuro tan preciso y apasionante que es comparable al de maestro norteamericano Noel Sickles… el arte de Último fin de semana de enero trasciende su sugerente anécdota para elevar la obra a la categoría de gran arte.

La confección física y técnica del álbum a cargo de Diábolo Ediciones es buena, calcada a la francesa de Casterman. El tomo es en cartoné, de un tamaño aceptable, bien impreso y con un papel adecuado. No contiene ningún tipo de extra literario ni gráfico y su precio es elevado pero no abusivo.

Con Último fin de semana de enero, el parisino Bastien Vivès consigue apasionar al lector con una historia sencilla, pero cargada de verdad. La excelente construcción narrativa y la espléndida realización gráfica agiganta la anécdota argumental y acaba convirtiendo la crónica de una relación extramatrimonial en un canto a la liberación personal, en una emocionante exaltación de la joie de vivre, aunque sea solo durante un alargado fin de semana de enero, aparentemente…

Salut!

*(¿Eres feliz, hijo mío?… Pues eso es lo más importante.)

Lo mejor

• La maestría narrativa y gráfica de Bastien Vivès.
• El mensaje liberador.
• Que Vivès sigue manteniendo una línea ascendente de calidad.

Lo peor

• Que se va a hacer larga la espera hasta la próxima obra de este autor excepcional.



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