Javier Vázquez Delgado recomienda: Negalyod. La última palabra, de Vincent Perriot

Edición original: Negalyod 2: Le dernier mot (Casterman, 13 de octubre del 2021)
Edición nacional/España: Negalyod: La última palabra (Norma editorial, 08 de diciembre del 2022)
Guion: Vincent Perriot
Dibujo: Vincent Perriot
Traducción: David Domínguez y Marion Carrière
Formato: Cartoné. 196 páginas. 35€

Esoterismo y ciencia ficción, difícil cohesión

«¿Estoy muerto, Iriana?
¡Estás mucho más que eso!»

Hay muy pocos autores que puedan transitar por lugares que mezclen el esoterismo, la crítica social/activista, y la trascendencia, en un marco de ciencia ficción y que no suene forzado, que la balanza no se descompense, quedando algo incomprensible, saturado o sin concreción. Muchos han intentado emular al criticado y alabado, pero inigualable, Jodorowsky, que junto al casi, si no más, legendario Moebius, nos ofrecieron una de las obra más icónicas del mundo del cómic como fue El Incal. En el primer volumen de Negalyod el autor se acercó en contenido y forma a esta excelsa obra (salvando las distancias, y el tono), pero… ¿qué ha pasado con esta segunda entrega? Veámoslo; pero antes, repasemos levemente la historia de nuestro artista.

Vicent Perriot nació en 1984 en Olivet, Francia. Desde bien joven ya dio muestras de talento y ganas a la hora de internarse en el mundo de la historieta. Estudió en la Escuela de Bellas Artes de Angulema y publicó sus primeros dibujos en el sitio web comunitario Coconino. Tras eso daría el salto al papel en la obra colectiva Clafoutis hasta mudarse a París. Allí, trabajó en los escenarios de la película animada El gato del rabino, colaborando con Joann Sfar. También lo haría con Arnaud Malherbe, adaptando su propia obra Belleville story para la televisión. Sus trabajos hasta la fecha serían, Entre dos (Cherry 2007), Taïga rouge (Dupuis 2008), Belleville story (Dargaud 2010), DOG (Cherry, 2011) y la trilogía Paci (Dargaud 2014-2015) y la primera entrega de Negalyod (Casterman 2018), entregándonos por último su segunda entrega dentro de este universo, pese a que ya está trabajando en la tercera.

Más ciencia y menos ficción

Este volumen nos deja donde terminó el anterior, con la gran empresa que amontonaba todo el agua del planeta recién destruida y todos los canales de agua que corrían por gigantescas tuberías desbordadas. El colapso de la red ha cubierto toda la tierra de agua, y los supervivientes se tienen que enfrentar al reto de reconstruir la civilización, si es que la tierra y la propia civilización les dejan.

En esta segunda entrega el autor se aleja, no sé si conscientemente, de lo que había construido en el primer volumen. Pese a que se mantiene relativamente próximo en el primer cuarto de la historia, hay un momento en el que se desliga completamente de lo anteriormente expuesto. Y esto no sería algo que reprochar si lo que se ofreciera fuera coherente con el mundo presentado, si tuviera al menos una relación subtextual.

Mientras que en el primer trabajo nos encontramos con una clara critica medioambiental, que mezclaba conflictos sociales, tratándolos de forma honesta y adulta, pese a caer en alguna idealización infantil necesaria para dar ese elemento catalizador; en esta segunda parte todo ello da pie a una construcción de aventuras que poco o nada se le parece. El tono maduro y reflexivo, los conceptos debidamente desarrollados y no sobrecargados, han dado paso a una incidencia en el misticismo barato, las palabras gruesas y la aventura descafeinada, con algún momento de brillantez que recordaba al perfume previamente respirado.

No es que estemos ante un mal trabajo, sino que la sombra de su predecesora la lastra, pues parece que estamos ante otra serie, ante otro mundo, otra historia. Se ha tendido a la espectacularidad del apartado visual, que ha obligado a la misma obra a contraer sus momentos de explicación, y nos encontramos con sucesos incomprensibles, con resoluciones indescifrables por falta de información, que pese a ser muy atractivas descolocan al lector; o al menos a éste que leéis. Esa sensación de que lo sobrenatural, por no decir lo mágico, aparece más como una excusa que como elemento narrativo, la sensación de que no suma sino resta, de que no era necesario pues se alejaba del foco del lugar donde estaba el contenido, y que al faltar explicación no era solo innecesario sino fallido, me ha invadido desde que se da un suceso pasado el primer cuarto de la obra, y que da el pistoletazo de salida para la entrada en barrena. Quizás en el tercer tomo en el que ya está trabajando nos ofrezca todas las explicaciones que eran necesarias en éste, y la obra al completo quede más pulida, pero por el momento no es el caso.

Sin embargo, entrando en su apartado visual estamos hablando de todo lo contrario. Perriot se explaya, incluso más que en la primera entrega, dejando al lector con la boca abierta a la hora de ambientar su universo. Con una pincelada que por momentos recordaba a Moebius y por momentos a Katsuhiro Ōtomo y su Akira, este autor nos envuelve en su mundo, llenando el trabajo de amplias panorámicas inmersivas. Los colores tienen en momentos puntuales pretensiones narrativas, y la fluidez de lo que se encuentra dentro de las viñetas es pasmosamente dinámica, como ya demostró en su primera entrega, y que aquí llega a mejorarlo gracias a que el agua que cubre gran parte del trabajo da esa sensación de movilidad constante. Con todo, la espectacularidad y el ensimismamiento que produce un trabajo visual de tal calibre no logra que olvidemos que la historia parece estar sometida a sus necesidades, siendo algo que, por desgracia, termina por ir en detrimento de la obra.

En conclusión, estamos ante un trabajo que se puede leer sin problemas y que hará las delicias de todo amante de lo visual, gracias entre otras cosas a la magnífica edición a la que nos tiene acostumbrados Norma, pero que ni se le acerca en profundidad, desarrollo y resolución a su predecesora. Esperamos con ganas y expectación el siguiente volumen, confiemos que redentor.

Lo mejor

• El primer cuarto de la obra, que mantiene el tono y la pretensión de la anterior.
• El apartado visual, que es un torrente de color y movimiento.

Lo peor

• La decepción ante la infantilización de una obra que en su primera entrega prometió una madurez digna de alabar.



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