Javier Vázquez Delgado recomienda: 47 cuerdas, de Timothé Le Boucher
Edición original: 47 cordes (Glénat, 2021)
Edición nacional/España: 47 cuerdas (Nuevo Nueve, 2023)
Guion, Dibujo y Color: Timothé Le Boucher
Traductor:: Lorenzo F. Díaz
Corrector: Ulises Ponce López
Diseño y rotulación: Celia González Bandera
Edición: Ricardo Esteban Plaza
Formato: Cartoné. 380 páginas. 35€
Mil caras tiene el amor.
«Cuando por fin alcanzó la cima, la belleza del paisaje era impresionante. Pero tras pasar varias horas contemplando esa vista, solo le quedaba volver a bajar. Y se dedicó a otra montaña.»
Nuestro país vecino puede presumir de una cosecha estupenda. La década de los ochenta ha sido generosa para la BD de autor. Bastien Vivès, Jérémie Moreau, Anne Simon, Mathieu Bablet o Ugo Bienvenu son algunos de los nombres de esta promoción dorada. A los 34 años Timothé Le Boucher ha demostrado que merece formar parte de ese combinado de ensueño. Con su tercer trabajo publicado en España, 47 cuerdas, el autor francés reafirma su talento poniendo de manifiesto que la maravillosa Esos días que desaparecen no era flor de un día. Todo lo contrario. Lejos de acomodarse, Le Boucher pisa el acelerador a fondo para llevar a cabo una historia ambiciosa, poliédrica y extensa, que tiene visos de convertirse en obra maestra.
47 cuerdas nos presenta a una criatura fantástica capaz de cambiar de forma a voluntad, la cual pone en su punto de mira a Ambroise, un atractivo joven que la rechaza. Así pues, el deseo de esta entidad/divinidad se verá transformado en obsesión al no dar con la tecla para llamar la atención de su presa. Todo cambiará cuando Ambroise, tratando de formar parte de una orquesta como arpista, acabe aceptando un singular trabajo en la mansión de la conocida soprano Francesca Forabosco. Esta particular Castafiore le propondrá un trato de lo más singular. Si supera los 47 desafíos (uno por cada cuerda) que le irá proponiendo, Ambroise conseguirá el arpa de sus sueños. A nivel simbólico, el arpa es un instrumento angelical, cuya armonía permite la comunicación de la Tierra y el Cielo. El arpa es el alma del piano, asociándose su sonido a la voz de los ángeles. El arpa es el lenguaje de los pájaros, el lenguaje de los Dioses…
En el país de los galos, Las 12 pruebas de Astérix se multiplican hasta las 47 que debe de superar Ambroise. Un juego que le permite al protagonista seguir unas directrices, sin tener que complicarse eligiendo. Elementos como dominación-sumisión están presentes en todo momento. Sin embargo, el destino de Ambroise es inevitable. Arrastrando traumas del pasado que le obligan a construirse una gran coraza, las habilidades sociales de Ambroise no se encuentran entre sus virtudes. A todo esto hay que añadir un diagnóstico clínico nada halagüeño del que, si bien únicamente nos dan un par de pinceladas, se antoja imprescindible para entender su actitud. Cuando comprendes que la muerte es inevitable, cuando eres consciente de que la cuenta atrás ha comenzado, empiezas a vivir sin miedos, a disfrutar sin complejos. Parafraseanado a mi compañero y amigo Diego García Rouco, Le Boucher sigue incidiendo en el mensaje de “vivir cada día como si no hubiera un mañana”. Carpe diem.
Continuando con el símil de Astérix, Ambroise resiste cual aldea gala al cerco que la metamorfa le ha impuesto (sin saberlo) en su día a día. Este ser sobrenatural tiene las cartas marcadas. La pregunta no es si lo conseguirá, sino ¿Cuánto tardará? y ¿Qué hará cuando lo consiga? Todo un ejercicio de manipulación para convertirse en su mejor amigo (Thomas) y pareja (Elisa) al más puro estilo Dama Oscura/Zack Wells en Locke & Key. Los diferentes hilos narrativos serán juntados por el autor en el segundo volumen para resolver las distintas intrigas planteadas. Además de la pareja protagonista, Le Boucher ha creado un generoso número de secundarios que, principalmente, forman parte de la orquesta. En un arte donde el orden, la armonía y el concierto debieran de predominar, las envidias y rencillas están a la orden del día. Recientemente, Todd Field, con otro punto de vista, ya mostró las particulares miserias de este mundillo en Tar. A diferencia de 47 cuerdas, la película protagonizada por Cate Blanchett no ha contado con elementos sobrenaturales. La actriz australiana encarna a una eminencia musical que abusaba de su poder con las jóvenes candidatas a entrar en la orquesta. Una historia mil veces vivida, pero no tantas veces contada. Después del plácido domingo siempre llegó el jodido lunes.
Como en El sacrificio de un ciervo sagrado, película dirigida por Yorgos Lanthimos, Le Boucher reinterpreta la tragedia griega utilizando elementos propios de su mitología. El ente antropomórfico que trata de cercar a Ambroise, se comporta como Zeus quien, motivado por el deseo, cambiaba de forma para conseguir sus conquistas. Tanto el/la antagonista de 47 cuerdas como Zeus son seres amorales que actúan por capricho situándose por encima del bien y del mal. Puede recordar a un felino que juguetea con la comida antes de comérsela… aunque también sabemos que la curiosidad mató al gato (animal clave en el último trabajo del autor francés). Veremos. Por otra parte, Le Boucher y Lanthimos comparten gusto por Stanley Kubrick. El cineasta griego a nivel estético y atmosférico, mientras que el autor francés homenajea al director de La naranja mecánica en no pocas viñetas. David Lynch, Naoki Urasawa o Suehiro Maruo son otros nombres que se relacionan con la incipiente carrera de Timothe Le Boucher.
Le Boucher dibuja en digital en su totalidad. Como en los anteriores trabajos de este historietista francés, en el apartado gráfico destacan los colores planos y las figuras estilizadas y atractivas. No obstante, en 47 cuerdas también hay cabida para personajes de lo más diverso. Variada y representativa, la sensualidad no está ligada ni a tallas ni a género. Si en Esos días que desaparecen Lubin comenzaba con una acrobacia que resultaba (casi) fatal, en esta ocasión tenemos cuerpos prestos para escalar o practicar danza. Le Boucher impregna de erotismo el conjunto de toda la obra, pero lo hace con elegancia incluso en lo grotesco. Como si l@s enmascarad@s de Eyes Wide Shut tuviesen los rostros de Ataque a los Titanes, en cierta orgía predominan oscuras tonalidades rosadas advirtiendo del peligro. No solo eso, sino que a diferencia de sus dos cómics previos, Le Boucher juega con la composición de página atreviéndose en su punto menos fuerte. Deudor del manga en el apartado gráfico, Le Boucher se mimetiza con su protagonista en un ejercicio de reflejos. Ambroise ilustra su diario combinando el estilo nipón con caricaturas permitiéndonos a los lectores ser testigos excepcionales de la parte más privada del protagonista. ¿Cómo somos realmente y cómo nos mostramos en la realidad? Nuevamente, el tema de la identidad es tratado con tino por el autor que teje una tela de araña para atrapar a su protagonista y, por extensión, a todos nosotros.
Al igual que ocurriera con El Paciente, la edición de 47 cuerdas llevada a cabo por Nuevo Nueve es de una calidad más que notable. Tanto el tamaño del libro como los materiales utilizados son los adecuados. Papel de buen gramaje y unas cubiertas que no se desgastan con facilidad. El precio de la obra, teniendo en cuenta la extensión de la misma, no es excesivo. En esta ocasión no contamos con cinta marcapáginas y, puestos a pedir, nos hubiera gustado que hubiesen incluido algún tipo de extra como en la recomendable (y agotada) edición especial de El Paciente.
Esos días que desaparecen, El Paciente y 47 cuerdas orbitan lugares comunes. Tal es así que podemos catalogar estas obras como la particular «trilogía egoísta» de Le Boucher, quien ya ha manifestado querer cambiar de temáticas en próximos álbumes. Le Boucher se sumerge en la psique de sus protagonistas que se caracterizan por ser personajes de una profunda complejidad. En su país de origen, 47 cuerdas fue lanzado con tres portadas diferentes, dejando en alguna de ellas pequeñas miguitas de pan que descubren algunas pistas del segundo volumen que pondrá cierre a la historia. Si bien los movimientos individuales de una composición a veces se interpretan por separado como piezas independientes, la interpretación de la obra completa requiere que todos los movimientos se realicen en sucesión. 47 cuerdas merece un segundo movimiento a la altura del primero. Estamos seguros de que el director de orquesta Le Boucher nos regalará una partitura para el recuerdo.
Lo mejor
• Su diversidad.
• El retorcido planteamiento del ser antropomorfo y el escenario que genera.
• El talento y la genialidad de Le Boucher pese a ser insultantemente joven. Tenemos AUTOR (con mayúsculas) para rato.
Lo peor
• Lo larga que se va a hacer la espera hasta la publicación de la segunda parte.
• Deja el listón muy alto.
Ver Fuente
Comentarios
Publicar un comentario