Javier Vázquez Delgado recomienda: #ZNCine – Crítica de Ant-Man y la Avispa: Quantumania, de Peyton Reed

 

Dirección: Peyton Reed
Guión: Jeff Loveness. Cómic: Stan Lee, Jack Kirby, Larry Lieber
Música: Christophe Beck
Fotografía: Bill Pope
Reparto: Paul Rudd, Evangeline Lilly, Michelle Pfeiffer, Michael Douglas, Jonathan Majors, Kathryn Newton, Bill Murray, William Jackson Harper, Katy M. O’Brian, Randall Park, Corey Stoll, Leonardo Taiwo, Paul Fairlie, David Bertucci, Milos Bindas, Clément Osty, Tianyi Kiy, Tony McCarthy
Duración: 125 minutos.
Productora: Marvel Studios, Walt Disney Pictures.
Nacionalidad: Estados Unidos.

A nadie se le escapa que, aunque sigue funcionando como una máquina bien engrasada, el Universo Cinematográfico Marvel no vive su mejor momento. La culminación de diez años de cine superheróico que supuso Vengadores: Endgame puso el listón muy alto para una Marvel Studios que al finiquitar la vida audiovisual de algunos de sus personajes más representativos debía reiventarse sin caer en la redundancia, algo que consiguió solo a medias. En un «más difícil todavía» la Fase 4 del UCM alternó películas en gran pantalla con series de televisión que pasaron a fomar parte del catálogo de la plataforma de streaming Disney Plus ofreciendo, tanto unas como otras, irregulares resultados que en cierta manera ponían en duda un futuro próspero para la mastodóntica franquicia controlada por Kevin Feige. La desmesurada Black Panther: Wakanda Forever servía como acertada síntesis de lo que había supuesto aquella cuarta fase, una etapa en la que se alternaban productos con resultados brillantes como Spider-Man: No Way Home, Doctor Strange en el multiverso de la locura o Wandavision con otros que no estaban a la altura de las consecuencias como Shang-Chi y la leyenda de los diez anillos, Falcon y Winter Solider o Loki. Una vez finiquitado este periodo tocaba poner la primera piedra de lo que sería la Fase 5 del UCM y la encargada de dicha tarea ha sido Ant-Man y la Avispa: Quantumania, la tercera entrega de las aventuras de Scott Lang y sus allegados. En Zona Negativa ya hemos podido ver el film y nuestra primera impresión se aleja bastante de la vertida sobre él desde que salieran las primeras reseñas de los medio especializados que no lo dejaban en muy buen lugar.

La ligereza de las películas protagonizadas por la contrapartida en imagen real del personaje creado por el guionista David Michelinie y el dibujante John Byrne en 1979 dentro de las páginas de Avengers #181 y presentado como el nuevo Ant-Man en Marvel Premiere #47 ha sido utilizada tanto a favor como en contra de sus andanzas audiovisuales. Ant-Man (2015) y Ant-Man y la Avispa (2018) suponían dos de las propuestas más livianas del Universo Cinematográfico Marvel, una acertada mezcolanza, con nulas pretensiones, en las que la acción y el humor se daban la mano con irregular, pero meritorio, resultado. Pero como viene siendo habitual en Marvel Studios cada nueva entrega cinematográfica de uno de sus personajes principales debe ser más grande que la anterior y el salto en cuanto a ambición que supone el tercer largometraje protagonizada por Paul Rudd y dirigido por Peyton Reed es más que notorio.

Ant-Man y la Avispa: Quantumania es una alocada space opera más relacionada con producciones como Viaje alucinante (Fantastic Voyage, Richard Fleischer, 1966) o su heredera natural El chip prodigioso (Innerspace, Joe Dante, 1987) que con otras producciones espaciales de Marvel Studios. En ese sentido la tercera película de el Hombre Hormiga es puro cómic psicodélico sesentero y con ella Kevin Feige y sus colaboradores no han escatimado en gastos. Era ineluduble que en varias de las últimas producciones cinematográficas y televisivas del UCM el CGI en no pocas ocasiones era muy cuestionable, más grave si cabe teniendo en cuenta los desorbitados presupuestos con los que cuentan este tipo de proyectos. Todo lo contrario podemos decir de la última propuesta de la compañía, que luce unos efectos digitales brillantes cuya complicada misión es hacer creible de cara al espectador ese Reino Cuántico en el que se mueven los personajes protagonistas.

La recreación del Reino Cuántico es el aliciente más interesante y conseguido del apartado técnico puesto a disposición de Ant-Man y la Avispa: Quantumania. Después de vislumbrarlo brevemente con anterioridad y de ir desarrollándose en el resto de cintas del UCM poco a poco el concepto de multiverso lo cierto es que Peyton Reed y su equipo profesionales han salido airosos de la complicada tarea de que el despligue de pixeles no juege en contra de la historia que están contando, supuniendo un contexto espacial perfecto para que los protagonistas puedan moverse a placer. Se ha mencionado mucho la obvia influencia de la saga Star Wars, con su equivalente a la cantina de Mos Eisley incluida, pero la de Rick & Morty es incluso más notoria a nivel estilístico y narrativo, no obstante el guionista Jeff Loveness forma parte de la plantilla de escritores de la alocada serie animada e incluso se permite algún apunte veladamente zafio con todo lo referido a los orificios corporales.

Una vez establecido el tablero sobre el que se moverán las fichas Scott, Hope, Janet, Hank y Cassie parecieran protagonizar más una historia de los Cuatro Fantásticos, otra de esas referencias a la que ha recurrido la prensa especializada a la hora de hablar de la película, que una con Ant-Man como epicentro del relato y las relaciones interpersonales entre los compomentes de esta peculiar familia así lo atestiguan. Aunque la mayor parte del peso cae sobre los roles interpretados por Paul Rudd y Kathryn Newton, tan eficientes ellos como el resto del casting, todos los secundarios tienen su puntual momento de gloria para lucirse en pantalla. Una vez más el tono distendido se apodera de la obra ofreciendo diversión a raudales y una sesión continua de criaturas antropomórficas y mutantes que harán las delicias de los amantes de la ciencia ficción pulp cuyas referencias van desde las monster movies hasta las de invasiones extraterrestres de corte más serie b, sin olvidar nunca las referencias al mundo del arte secuencial que bascula todo el relato.

Salvo contadas excepciones como Thanos, Loki o Killmonger los villanos siempre han sido uno de los puntos más flacos del cine superheróico en general y del de Marvel Studios en particular. Por suerte esta tónica está cambiando y si ya algunos de los que poblaron las series de Disney Plus comenzaron a dejar buenas impresiones, el Namor de Black Panther: Wakanda Forever, interpretado por actor mexicano Tenoch Huerta, ya traía de serie unas inquietudes y un backgorund que lo convertían en un enemigo creible y hasta empático. Esta versión de Kang, el conquistador, recordemos que la primera la vimos en la serie Loki, continúa este buen hacer en lo referido a la escritura y el perfil psicológico de las némesis de los superhéroes. Jonathan Majors realiza una labor notable y su rotunda presencia física, que volveremos a disfrutar en la inminente Creed III, potencian los aciertos de un nuevo final boss que apunta maneras, pero al que se puede llegar a quemar por abuso de exposición antes de que tenga su gran momento en Vengadores: Secret Wars I y II.

Ant-Man y la Avispa: Quantumania potencia todas las señas de identidad adquiridas por el personaje de Marvel Comics desde que dio el salto a la imagen real hace ya ocho años. Una aventura trepidante y repleta de situaciones divertidas ya sean adheridas a la fantasía, la acción o el humor (ojo al polémico tratamiento que se hace de MODOK, por otra parte, el único que un servidor ve viable a la hora de abordar a dicho personaje en imagen real) que no solo no traicionan a las apariciones previas de Scott Lang en el Universo Cinematográfico Marvel, sino que le dan más entidad y enriquece en distintos aspectos. Con respecto a las dos escenas post créditos mencionar que ambas son interesantes, pero es la segunda la que nos da una pista bastante explícita de por dónde van a ir los tiros en el futuro inmediato de la franquicia que sigue llevando las páginas de la Casa de las Ideas a nuestras pantallas con la sana intención de hacernos pasar un rato distendido sin más pretensiones.



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