Javier Vázquez Delgado recomienda: La Patrulla Condenada de Rachel Pollack

En el día de la visibilidad trans, hemos decidido acercarnos a una obra muy desconocida y, en cierto sentido, olvidada por el gran público hasta su reciente reedición en EEUU. Una etapa corta, difícil, personal y brillante, directamente concebida por una autora única, dispuesta a volcar su vida y mensaje en unos personajes que parecían haber cumplido su función. ¿Cómo continuar lo que ha sido magistral? ¿Cómo pretender aspirar a ser sucesor de alguien que ya lo ha dicho todo? Por suerte para DC, Rachel Pollack tenía las respuestas, siendo la primera mujer trans en guionizar una serie de Vertigo y la segunda en hacerlo para DC tras el trabajo de Maddie Blaustein. Además lograría marcar un nuevo hito dentro de Vertigo, cuando la Patrulla Condenada se convirtió en la serie del sello con más números escritos por una mujer. Un hito que no lograron ni Ann Nocentti, ni Alisa Kwitney

Autora de 41 libros, ganadora de premios y especialista del tarot, su lenguaje e historia, por trayectoria e inquietudes, resultaban idóneos para tomar las riendas del trabajo. La crítica siempre es injusta con las propuestas que continúan las líneas argumentales de una obra maestra. Es una realidad que hemos de asumir. Pero con la Patrulla Condenada resultaba incluso más complicado, debido a que la etapa de Grant Morrison, como ocurre con Animal Man, resulta definitoria, cerrada y de imposible conciliación con lo que conocíamos o creíamos conocer de los protagonistas.

Para muchos era un final, independientemente de que el modelo de producción estadounidense lo haga imposible. El show debe continuar, nada permanece inalterable y todo (clones, abuelas y velocistas muertos o pupilos reventados por payasos) es susceptible de ser corregido por el que venga después.

Morrison supo construir un pequeño universo propio de fantasías, pesadillas y enemigos irreales, jugando con los límites de la ficción y de lo que existe en el papel y no debe trasladarse a lo de fuera, la parte más imposible: nuestras vidas y experiencias como personas. Su identificación con los héroes era total, a partir de los pensamientos de infacia que lee aventuras de una Edad de Plata y sueña con crear una aventura distinta que, paradójicamente, se parezca mucho a las de entonces.

El grupo quedaba devastado. Con miembros históricos del grupo fallecidos, otros sumidos en la depresión y, en general, sin dirección como héroes. Pollack recoge los pedazos no solo de una etapa, sino de unos personajes rotos, para llevarlos a una obra original, sin perder de vista la esencia de lo que venía siendo tratado.

Los primeros números, en este sentido, son los menos memorables. En los que, con el protagonismo absoluto de Dorothy, todavía no encuentra el pulso y la personalidad. Se ven trazos brillantes, pero el conjunto no pasa de ser una sucesión de escenas repetidas. La autora quiere que el citado personaje sea el núcleo central de sus inquietudes, relacionando su aspecto con la dificultad de relación con el mundo para las personas que no encajan en cánones clásicos, con momentos muy duros de abuso verbal y físico, que hacen que empatices desde el principio con sus problemas.

Cliff demuestra ser el renegado por antonomasia, con un enfoque de masculinidad mal entendida por momentos, y con otros de una belleza y delicadeza completa. No se fía de Niles, el hombre que le construyó y manipuló, arrancándole toda esperanza y humanidad, pero tampoco puede cambiar. No tiene a nadie, todo parece conducirle a regresar al pasado, a la Patrulla, sin que haya otra salida o redención posible.

Este último tiene una presencia reducida, pero acertada. Desde las pullas que Pollack inserta para burlarse de la Patrulla X de Marvel a los puros diálogos en los que demuestra una maldad muy compleja, tratando de alejarle de otra visión. Bajo una apariencia ridícula, de cabeza parlante, que en ocasiones, por otros autores, ha sido concebida para hacerle ver como alguien cómico, la autora dibuja un planteamiento distinto que nos permite entender mejor sus motivaciones, mostrando las cartas desde el principio.

La etapa navega por mares más calmados hasta la llegada a la mansión, una aportación muy interesante al corazón del grupo. El erotismo y sexualidad, de la mano de la fatalidad de la muerte, encajan a la perfección con lo básico de la Patrulla condenada y remiten a nuevos elementos que, como dispuesto, sientan muy bien a la tónica de la serie.

No se renuncia, no obstante, a la comedia. Con un villano obsesionado con su pene, que permite a Pollack indagar sobre los problemas de género. A partir de entonces, la etapa alcanza su punto máximo con la llegada de Coagula. Una mujer trans, con un poder que escapa lo habitual en los títulos de superhéroes y que, a pesar de nacer como secundaria, va a robarse la colección hasta ser la principal protagonista.

Intenta en un principio ser aceptada en la Liga de la Justicia, siendo rechazada. Queda implícito que la autora escribe esta escena para hablar de la discriminación a las personas trans y lo difícil que lo tienen para encontrar trabajos estables y no ser marginados, incluso cuando, como en este caso, se trate de una superheroica con poderes válidos e interesantes.

Una idea magnifica por parte de la autora está en que su aceptación en el mundo de los “raros” por antonomasia tampoco sea inmediata, sino que también va a sufrir la discriminación por parte de unos personajes comúnmente tratados con la misma repulsa social. Desde la transfobia de Cliff, que plantea un camino a lo largo de los números hasta un aprendizaje, hasta lo hiriente de los comentarios de Niles.

Otro tema que hace la etapa revolucionaria, al no dejar de ser un tebeo de DC Comics, está en el temprano tratamiento de la regla en el personaje de Dorothy. En un mundo extremadamente simplificado de buenos y malos, a pesar de remitir siempre a romances imposibles y exagerados, rara vez se tocan estas cuestiones, aplacados por la corriente dominante del pensamiento. Se hace de un modo natural, como no deja de ser.

Puede chocar, dado los temas generales y dirección, que una de las principales influencias que se aprecien sea la de Stephen King. Desde la escena de las duchas y la regla, que guarda una similitud con la de Carrie, al recurso muy habitual en el de Maine como es utilizar un muñeco, animal, vehículo o similar como representante de algo malvado y demoníaco. En este caso, será el muñeco de Dorothy. Que va ganando papel hasta meterse de lleno en las pesadillas más profundas de los personajes.

El arco de las Guerra de las Teiresias es una obra maestra. Con un conocimiento enciclopédico de la fantasía, el terror y la literatura clásica, Pollack se adentra en la mente de lo común para una batalla que se libra en los terrenos de la mente y el lenguaje. Nada es real, dentro de lo infinito de los sueños y el enfrentamiento contra uno mismo, auspiciado por un enemigo incorpóreo e implacable. Hay conspiración de Estado (por momentos, podría ser una historia de la también brillante obra de Image Departamento de la verdad), caudillos americanos disfrazados de presidente y hangares donde todo lo que ocurre parece estar imaginado por un loco al que nadie cree.

Coagula ha de sufrir sus recuerdos más dolorosos, con un grupo de chavales utilizando su deadname, para definirse como mujer y líder del grupo. También Cliff, que ha de dejarse guiar por la primera para, superadas las diferencias de inicio de aventura, combatir y vencer.

En el dibujo, la labor corrió a carga fundamentalmente de Ted McKeever. En los números en los que no está, la etapa pierde gran parte de su fuerza por no ser correspondida la complejidad del texto con un estilo inefable, que tenga lo mejor del horror. Su trabajo es notable, con un entendimiento superior de la psicología de los personajes, a base de desdibujar sus rasgos físicos y potenciar las escenas con deformidades y lugares descompuestos.

Pollack

En el arco que se menciona es donde su arte encuentra la más básica expresión, convenciendo con un tratamiento salvaje, que sin dejar de ser de género superheroico, sabe jugar con otras posibilidades y herramientas.

Linda Medley también ha de ser reivindicada. Con un estilo distinto al del anterior, pero, de igual manera, acertado por momentos. Sin ese esfuerzo consciente por revolverlo y arrasar con todo, pero de fácil comprensión en el terreno de los miedos de los protagonistas.

La etapa sería cancelada. Apenas 24 números que, recopilados, resultan una lectura apasionante que debemos rescatar, 760 páginas para recomendar y reivindicar como historia poderosa y brillante. No solo en este día, sino siempre, esperando una publicación en nuestro país.

Hace apenas unas semanas, Neil Gaiman escribía un texto cargado de dolor, sobre la enfermedad de su amiga y colaboradora. Recibíamos disgustados esta noticia, sabiendo que, muy injusta y convenientemente, ha sido borrada por la historia más oficial. Es deber nuestro poner su obra en el lugar que se merece y acordarnos de ella como una figura revolucionaria e importante del cómic USA de los noventa.



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