Javier Vázquez Delgado recomienda: Homenaje a Enrich (1929-2023)

El pasado 12 de febrero nos dejaba Enric de Manuel González, más conocido como Enrich. Quizá ni el nombre ni el apodo digan mucho a la distinguida concurrencia, pero quizá, sólo quizá, personajes como El caco Bonifacio o Montse, la amiga de los animales, digan algo más y evoquen la que, en muchos aspectos, fue la edad dorada, no sin puntos oscuros, del tebeo patrio.

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La carrera de Enrich está unida a la de otro gran autor de su época, Guillem Cifré i Figuerola «Cifré», padre del repórter Tribulete. A través de él se metería en el asunto de las viñetas y con él afrontaría la aventura de la revista Tío Vivo, un intento de publicación fuera del férreo control de Bruguera. Es ahí donde aparece su personaje más popular, El caco Bonifacio, un ladrón que, como su propio nombre de pila indica, es un bonachón con pocas aptitudes para el delito, lo cual le engloba dentro del catálogo de ilustres perdedores de la viñeta celtibérica. La empresa terminará tres años después de su inicio, en 1960, con la absorción de la cabecera y de sus valedores por parte de la editorial del gato negro. Ello incluye a Enrich y a su amigo de lo ajeno. El autor seguiría trabajando en Bruguera y llegaría a suceder, sin firma acreditada, a Cifré, contando más historias del cronista de El Chafardero Indomable, cuando don Guillem fallezca antes de cumplir los cuarenta años.

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El autor seguiría trabajando y aportando sus ideas a la editorial, hasta prácticamente la desaparición de la misma. Es en la etapa final de Bruguera cuando aparece otra de sus creaciones más populares, Montse, la amiga de los animales. En ella, narra las aventuras de una niña que se preocupa por la defensa de la naturaleza, toda una novedad en aquellos tebeos de la transición. Con el hundimiento de la editorial y el paso de sus armas y bagajes a Ediciones B, el nombre de Enrich desaparecería del radar de la afición, siguiendo el triste destino de tantos autores que, sin alcanzar el reconocimiento de Ibáñez, Raf o Escobar, brindaron a la afición lectora muchas horas de afición.

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En mi caso, saber de esta luctuosa noticia me ha vuelto a llevar hacia atrás en el tiempo a la infancia, vinculando el descubrimiento del caco bonachón y la niña ecologista a esos momentos en los que todo era nuevo y sorprendente y el cómic era territorio inexplorado. Treinta y tantos años después, me descubro recordando con cariño aquellas historietas de una página que, fieles al estilo de la casa, repetían una y otra vez el mismo esquema. El mismo clásico y efectivo esquema que todos los artesanos de la casa conocían y manejaban tan bien.

Con la muerte de Enrich, desaparece otro capítulo de la historia de una generación creativa que brindó sus creaciones a varias generaciones lectoras. Era un tiempo en el que la producción nacional se llevaba la parte del león en el mercado, aunque la cuestión de los derechos fuera harina de otro costal y una cuenta pendiente que solamente el hundimiento de la editorial Bruguera, amén de las reformas en materia de propiedad intelectual, empezarían a resolver.

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La noticia en la sección TeBeO mensual.

Obituario de Enrich en Twitter.



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